Algunos hay que escalarlos, como las pirámides de
Teotihuacán o Chichén-Itzá.
Otros se
recorren con asombro histórico, como el Coliseo Romano o la Acrópolis de Atenas,
también con curiosidad romántica como el Taj Mahal.
Pero estos a
los que me refiero, se erigieron ante mis ojos desde que era niña y se vinieron
conmigo cuando emigré a Canadá.
Desde la
biblioteca de mi infancia me miraban, con sus azules, dorados y amarillos. Son en
total quince monumentos de arquitectura perdurable.
Se trata de una
antigua colección de autores galardonados con el Premio Nobel, publicados por
la editorial Aguilar. Llevan años durmiendo en lo alto de mi actual biblioteca
y esta semana, por razones desconocidas, me invitaron a recorrerlos.
Me aproximé con
humildad, conociendo mis limitaciones literarias, sin muchas expectativas. Solo
quería acariciar sus páginas apergaminadas y amarillentas y si acaso rozar
algún momento resplandeciente de estos insignes escritores.
Así lo hice y
me fui paseando, sin tiempo, por algunos grandes que recordaba como, Yeats,
Faulkner, Mann, Juan Ramón Jiménez, aquel de “Platero es pequeño, peludo y
suave, tan blando por fuera, que se diría todo de algodón…”
Confieso que
muchos me resultaron desconocidos y todavía estoy por explorarlos, como el ruso
Ivan Bunin (Nobel 1933) o el sueco Verner von Heidenstam (1916), entre otros, así
de vasta es mi ignorancia.
Pero a lo que
voy, es a la fascinación que me produjo, no solo redescubrir estos tesoros de
mi infancia, sino pasearme por sus avenidas y descubrir una expresión de lo
inefable, una revelación interior, iridiscencias más allá de los conceptos.
Verdaderos
monumentos a ese instante de regocijo que ilumina el alma del lector.
Me reverencio ante
las palabras que reflejan los valores y la excelencia de quienes conceden el
Premio Nobel “a la humanidad por sus mayores contribuciones.”
Por ahora voy a
dedicarme a pulirme y así sea leerme los prólogos de cada uno y pasar mis manos
por la seda de sus páginas, a ver si aprendo algo.
Son pequeñas "joyas" de la literatura.
ResponderBorrarUn abrazo.
Absolutamente. Descubrí un autor finlandés, premio Nobel 1939, sublime…
BorrarAbrazos!