lunes, 26 de diciembre de 2011

La Naranja

Una mezcla de resaca, modorra, guayabo y “ratón” en buen criollo, como si despertara de un pesado sueño, después de una noche de copas, me ocurre siempre después de visitar Caracas. Y no es metáfora.

Caracas, ciudad del vértigo perpetuo: la patria, un lugar sagrado, por más caótico que sea, porque allí reside mi identidad. Como dijo Mario Vargas Llosa en su discurso al recibir el Nobel de Literatura en diciembre de 2010: “La patria no son las banderas ni los himnos, ni los discursos apodícticos sobre los héroes emblemáticos, sino un puñado de lugares y personas que pueblan nuestros recuerdos y los tiñen de melancolía, la sensación cálida de que, no importa donde estemos, existe un hogar al que podemos volver”. La mejor definición de patria que conozco.

Me alegró mucho respirarla y recorrerla al tacto, en los relieves de mis historias, de sus montañas nubladas, en las esquinas de mi geografía arrasada, en su paisaje verde, donde cada árbol  me reconoce y me habla. Pero no voy a perderme en mis nostalgias, porque ya hace tiempo decidí que no iba a ser “prisionera de recuerdos idílicos”  como dijo alguien, no me acuerdo quien, para variar

Quiero más bien hablar de una naranja.

A veces voy al mercado a comprar con los ojos. Me enamoro del  morado de las berenjenas, o del rojo de las granadas, o del negro de las ciruelas. Esta vez me sedujeron las naranjas y las limas, o limones amarillos. Aclaro, en Venezuela llamamos limones a los verdes y limas a los amarillos, todo lo contrario al inglés (lime son los verdes y lemon los amarillos). Creo que en España también llaman limones a los amarillos. García Márquez toca este punto en su magistral introducción del Diccionario CLAVE (Diccionario de uso del Español actual) donde al buscar la definición del color amarillo se encuentra con: del color del limón.  Y cita su desconcierto con el verso de García Lorca del Romancero Gitano, uno de mis favoritos:

A la mitad del camino
cortó limones redondos
y los fue tirando al agua
hasta que la puso de oro

 Al parecer en Colombia es como en Venezuela, y al final la Real Academia como que hizo una enmienda con respecto al amarillo y  puso: del color del oro. En fin, disculpen por perderme en mis divagaciones. Por cierto la palabra naranja viene del Sánscrito, narangah, un dato curioso.

Llegué a mi casa y en una cesta, puse mi arreglo de naranjas y limones amarillos. Quisiera fotografiarlos, o pintarlos más bien, si pudiera.

Ayer día, todavía envuelta en el guayabo caraqueño y la nube luminosa que deja la Navidad, saqué fuerzas, para cumplir con la tradición del 25 de diciembre: escuchar el Mesías de Handel a todo volumen y cantar el Aleluya  a todo gañote. Aunque gañote no es la palabra apropiada para cantar el Aleluya, pero es por la emoción que le pongo.


En el camino hacia el equipo de música, me tropecé con mi arreglo de naranjas y limones amarillos y, aunque no estaba en mis planes,  me provocó una naranja y la agarré. Le di al botón de ON,  y regresé a mi sillón con mi naranja.

Comencé a quitarle la cáscara a la naranja, con las manos, pues son de esta variedad en que la piel sale fácil, como si fuera una mandarina. Entonces se produjo, una maravillosa coincidencia.

En el preciso instante en que rompí la piel de la naranja comenzaron a sonar los acordes majestuosos del Mesías.

Abrir una naranja es como destapar un frasco de perfume. Un aroma de notas cítricas, intensas, que  esta vez sostenían la declaración musical más sublime que existe. Mi inocente naranja, de repente se convirtió en una especie de solecito. La música de Handel, no puede sino provenir de un astro luminoso con reminiscencias de azahar.

Y no sigo porque me emociono y no se puede escribir cuando uno está muy emocionado porque sale lo cursi. Es más, creo que ya pasé el límite.

Al terminar el Mesías, me comí mi naranja dulce y gloriosa, como un Aleluya. Así celebré mi tradición de  Navidad.

( chequeen en linea el cuadro de Antonio Mensaque, Oranges. Es el cuadro con que me hubiese gustado ilustrar este articulo)

7 comentarios:

  1. Hola Natalia escribes muy bien, Valencia es tierra de naranjas,
    que pases unas felices fiestas
    feliz año 2012.
    un abrazo.

    ResponderBorrar
  2. Creo que gañote es la palabra perfecta.
    Feliz Año Natalia!
    Ya no vendré hasta febrero.
    Un beso grande.
    Te deseo muchos momentos mágicos :)

    ResponderBorrar
  3. Gracias Ricardo, alegra mi corazon en esta manana de diciembre su comentario tan amable. Valencia, ojala pudiera ir un dia a conocer la luz que pinto Sorolla. En Venezuela hay una Valencia, tambien tierra de naranjas.

    ResponderBorrar
  4. Jackie, te voy a extranar demasiado!! Te lo digo a todo ganote (como carrizo se ponen le ~n's?, se en la Mac, pero no en esta pc)

    ResponderBorrar
  5. Yo necesito un sillon, una naranja y una musica asi!

    Ya volviste? Espero que la hayas pasado bien en la patria. Yo no extranno a Vnzla. Lo que extranno es a Colinas de Bello Monte y la casa de mi mama, y el verde ;)

    Besos!

    ResponderBorrar
  6. Hola mc, Caracas me trato amablemente, una semana feliz llena de familia, risas y alegria. Gracias por leer mis fumes.
    Besotes.

    ResponderBorrar
  7. Jajaja me voy desvelando poco a poco, yo también soy de tierras de naranjos ^^ Y bueno, que decir de las naranjas...

    Lorca es mi poeta favorito, ¡Es el más grande!

    ResponderBorrar

Tu comentario es siempre apreciado. Gracias!