lunes, 6 de octubre de 2025

ENCUENTRO

 



Escuché un acento familiar.

Me acerqué para constatarlo y sucedió algo extraordinario.

Bajé por la principal de las Palmas y recorrí las calles de mi niñez y las avenidas de mi lejana juventud.

En ese tránsito vi amigas del colegio, piñatas, trasnochos estudiando para algún examen, canciones, risas.

Amistad. Familia.

El trayecto que me trajo de vuelta fue entrañable, honesto, apretado. Segundos eternos, de esos hechos con el material de los recuerdos.

Regresé al presente.

Allí estaba yo, en la sección infantil del Corte Inglés de Plaza Cataluña, comprando un trajecito de bebé para mi nuevo nieto.

Entre ropita infantil, se produjo aquel abrazo inesperado.

Un encuentro fortuito con la hermana menor de una amiga de la infancia que resultó en una breve, pero reconfortante travesía en el tiempo.

Nos pusimos al día y nos despedimos con nuestro acento venezolano tan sabroso.

Yo creo que la gente que presenció ese abrazo en plena tienda quedó asombrada y hasta con ganas de aplaudir ante esta escena, inusualmente humana.

Salí de la tienda con algo más que el trajecito tejido para mi nieto.

Dar y recibir un abrazo inesperado: un verdadero regalo.

SOMBREROS

 


Son una tentación.

Sean Fedora, Panamá, de ala corta, ancha, artesanales o de marcas famosas como Borsalino, Stetson, Brixton.

Tengo una colección, pues no me resisto y siempre que salgo de viaje me compro uno nuevo.

Sí, son los sombreros y su magia.

Escribo estas líneas desde Barcelona, España, donde estoy en visita familiar.

Aparte de sus maravillas arquitectónicas románicas, góticas y modernistas, tengo tres paradas obligadas en esta bella ciudad: La Casa del Libro; Vestopazzos, una joyería donde hacen maravillas con chatarra y Mil, la sombrerería más antigua de Barcelona.

Me juré a mí misma que la visitaría pero no compraría ningún sombrero.

Abierta en 1856, esta sombrerería lleva más de cuatro generaciones ofreciendo sus productos a locales y celebridades como Ingrid Bergman, Tony Curtis y Francis Ford Coppola o más recientemente Robert de Niro y Scarlett Johansson.

Me eché a la calle y después de perderme en esta vibrante ciudad, la encontré.

Traspasar su umbral es un viaje en el tiempo.

A mi alrededor, elegantísimos sombreros que parecían contar historias.

Me probé unos cuantos, pero me dije: ¡no!

Me tropecé con uno amarillo, aterciopelado, maravilloso, y otra vez me dije: ¡no!

Lo demás es historia.

Salí de la sombrerería radiante, orgullosa de mí misma, con una sonrisa inmensa.

Tan es así que, al salir a la calle, un misterioso caballero de “fina estampa”, como dice la canción, se me aproximó y me dijo:

– Nunca pierdas la sonrisa.

Yo le di las gracias con un gesto de mi mano sobre el ala de mi espléndido y amarillísimo sombrero nuevo.

Bien decía Oscar Wilde que uno puede resistirse a todo menos a la tentación.