martes, 11 de febrero de 2025

IKIGAI

 


Me regalaron un pañuelo japonés.

Una prenda exótica, de fino algodón y pintada a mano.

Desde que deslicé la delicada tela por mi cuello, no he podido quitármela de encima.

No sé si fue el diseño del artista, que quiso plasmar un jardín idílico lleno de colores en movimiento o la puntada exquisita que lo remata, pero el pañuelo me cautivó.

Creo que inconscientemente le concedí propiedades holísticas, una especie de talismán. Adopté este preciado obsequio como amuleto de buena suerte.

Los últimos días, si no lo lucía en mi cuello, estaba en mi sombrero o en el asa de mi cartera; y yo andando por la vida feliz, con optimismo y protección.

Hasta que una tarde, después de mi diaria caminata, descubrí que mi pañuelo no estaba.

Volví tras mis pasos. Nada.

Revisé la casa entera. Nada.

Misterio.

Me acosté a dormir con un dejo de tristeza y temor, como si la suerte me hubiese abandonado.

Febrero es el mes en que atacan eso que aquí llaman los “blues”, también lo llaman SAD (Seasonal Affective Disorder) que produce falta de motivación y cansancio.

Lo que pasó a continuación no lo van a creer.

En el medio de mis melancolías, me asomé a la ventana y vi a un halcón peregrino posado en la reja de mi jardín. No me extrañó porque a veces vienen a cazar ratones, pero esta vez me fijé que traía algo en su pico.

Les dije que no me lo creerían. Era mi pañuelo japonés.

Juraría que estaba soñando, pero no.

Abrí la puerta y el halcón se espantó.

Allí, al pie de la reja, estaba mi pañuelo, mi suerte.

Feliz de recuperar mi talismán, me fijé por vez primera en una palabra manuscrita, en kanji y caracteres occidentales, en una esquina de la tela.

生き甲斐 /IKIGAI

Procedí a investigarla.

Ikigai: Concepto japonés que se refiere al propósito o razón de vivir.

Pues sí, pensé, puede que la suerte se extravíe a veces, pero regresa, con razones para vivir repotenciadas.

A mi halcón peregrino le dije:

¡Arigato!