sábado, 25 de mayo de 2024

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No se trata de una lista de contenidos.

Desperté con el dedo índice derecho inflamado.

¡Qué raro! me dije.

No sentía dolor, pero igual fui a consultarle a mi médico de familia, Dr. Darwin, para más señas.

Le expliqué mi problema, y en eso noté que él también tenía el dedo hipertrofiado. También la enfermera, la recepcionista y los pacientes que esperaban en la sala de espera.

-      ¿Será un virus que ataca el dedo?, me pregunté.

El Dr. Darwin no encontró nada anormal, me prescribió una cremita, y me despachó casi con impaciencia.

Cuando miré la orden de la medicina, me fijé en la fecha, 15 de mayo, 4024. ¿Qué, cómo, 4024?

Desperté acelerada. Sí disculpen, fue una pesadilla.

Miré mi dedo índice derecho y estaba normal, solo con la pequeña cortadura que me había hecho el día anterior con un cuchillo afilado.

No es que me queje de algo tan insignificante, pero la integridad física siempre es subestimada.

Mi herida me hizo tomar conciencia de cuan ocupado se encuentra este tentáculo de nuestra humanidad: celular, computador, oprimir cualquier botón, señalar.

Como ven, esta trivial herida me puso a reflexionar y hasta soñar, con el Dr. Darwin y el tema de la evolución de las especies.

Así como la oposición del pulgar constituyó una ventaja evolutiva notable de nosotros los humanos, en mi pesadilla, después de unos miles de años de hiperactividad “digital” (relativo al dedo), el pariente lejano del “homo sapiens” desarrolló un dedo índice gigante.

Solo quisiera darle algo de méritos a mi dedo medio, el cual me fue muy útil mientras su vecino estaba inutilizado, y pensándolo bien, aunque se use poco, no se puede menospreciar su elocuencia en momentos en que sobran las palabras.

No por nada también lo apodan, “el mudo”.

Esperemos que los primatólogos le concedan también su importancia evolutiva.