Para Alba y Santiago
Dicen que el
Universo es silencioso.
Claro, no hay atmósfera
y por lo tanto no se puede transmitir el sonido.
Hasta ahí
entiendo.
Sin embargo, parece
que las mentes más prodigiosas, los mejores científicos del mundo, han
recopilado datos astronómicos de los telescopios más potentes y los han
traducido en sonidos audibles para el oído humano.
Me imagino que tuvo
que ser muy complicada esta conversión de frecuencias, oscilaciones, ondas
gravitacionales y vaya usted a saber, para conseguir estos sonidos del cosmos.
Investigando un
poco para escribir esta crónica, conseguí un video donde es posible escuchar estos,
más bien gruñidos, que hacen las galaxias, los cometas y los huecos negros.
Realmente
admirable.
Pero hace poco,
así, en mi vida simple y doméstica, sin ayuda de la NASA, sin telescopio
Hubble, sin cálculos sesudos, sin gatitos de Schrodinger, teoría de cuerdas, ni
series de Fibonacci, fui testigo del sonido más ancestral del universo.
Ocurrió hace poco,
un día en que fui a acompañar a mi nuera Alba.
Yo cerré los
ojos para oír mejor.
De pronto, lo escuché
claramente.
El eco de un
viaje largo y lleno de estrellas.
Un latido, constante
y persistente.
Tic,tic, tic,
tic…
La melodía cósmica
más dulce.
El verdadero
canto a la vida.
Toda la ternura
y el palpitar del universo, allí, en el vientre de una madre.
Un nuevo
corazón ha comenzado a latir.
![]() |
CANTO A LA VIDA Roberto Duroe 1970 |