Si algo he aprendido a estas alturas de la vida, es intentar
no deprimirme por pequeños contratiempos, inconvenientes menores.
Como he
repetido hasta la saciedad en este espacio, leído en alguna parte, “los obstáculos
en la vida, son la vida.”
Sin embargo, cuando se suceden varios de estos tropiezos casuales (en mi caso uno literal, pues me fracturé el dedo chiquito del pié, un verdadero traspié) pues el “optimismo con experiencia” que practico (término acuñado por mi muy querido hermano Oswaldo) pues como que se me va un poco a pique.
Y sí, confieso
que he pasado unos días un poco “down”, como dicen.
Pero otra vez,
sin embargo…
El universo
conspira, frase del baúl de mi adolescencia, creo que de Paolo Coello.
Y no sólo que, en
medio de mis solitarios días de esta pasada semana, recuperándome de una fuerte
gripe (no Covid a Dios gracias) los gestos y palabras amables han germinado en mi alma como pequeñas flores.
Flores que
reconfortan, como una deliciosa sopa de pollo dejada en el portal de mi casa.
O como un poema
que sabe a lasaña y biscotti.
Florecitas
silvestres, en forma de llamada o mensaje. ¿Cómo estas? ¿Cómo te sientes? ¿Cómo
amaneciste?
Gracias. De corazón.
Así no hay
manera de deprimirse, por más que las circunstancias insistan.
Y por si fuera
poco, también en mi casa ocurrió un milagro.
Este se lo debo
a mi querido amigo Carlos de Montreal.
Les cuento
brevemente y pongo el testimonio fotográfico.
En enero de este año, es decir, hace diez meses, mi amigo Carlos me dijo que le cortara todas las hojas a una espectacular mata de Amarilis que acompañó mi pasada Navidad.
Unas flores rojas que parecían las trompetas de las Walkirias de Wagner,
por su intensidad, colorido y tamaño.
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Así estaba la Navidad del pasado año |
Me dijo también
que las bajara al sótano a hibernar. Y así lo hice.
Demás esta
decir que me olvidé de la Walkiria, y por meses no le dio ni un rayo de sol, ni
tampoco recibió una gota de agua.
Esta semana me acordé
de ella y bajé al sótano.
El resto es un
milagro.
La matica sobrevivió.
Mi amigo Carlos
dice que florecerá, igual que mi alma, para esta Navidad.
Y así, durante esta
semana que he pasado enferma, todo me ha
hablado de reverdecer, de renacer, de la importancia del gesto amable, esos que
llegan lejos y se convierten en espiral amorosa, como esa infinita que me brindó
mi amado esposo en vida.
En fin, mi Amarilis,
otra sobreviviente, me recuerda que la vida insiste, se abre paso, ante la
oscuridad, ante la adversidad, ante los pequeños tropiezos.
Y por esos pequeños
gestos salvadores de ustedes.
Otra vez, gracias…