Sucedió hace
muchos años, en el Tate Gallery de Liverpool, Inglaterra.
Literalmente,
tropecé con un saco lleno de algo que parecía ser cemento o arena.
Pensé que
estaban haciendo trabajos de renovación y alguien había olvidado un saco de arena
en la mitad de la sala. Casi le digo al vigilante que el saco en cuestión era
“unsafe”, pues estaba en un lugar muy transitado.
Pero de pronto
me fijé, que no, el saco de arena era el protagonista de la instalación de la sala.
El nombre de la obra era simplemente eso:
Saco de Arena, (Sandbag).
En los museos, me
suele suceder que tiemblo y me maravillo ante ese silencio íntimo, ese
territorio sagrado que se produce entre el observador y el artista.
En este caso,
ahí, frente al saco de arena me quedé en neutro.
Me senté en un
banco para observarlo con detenimiento.
El banco
crujió.
Mi mente llena
de escaramuzas, intentó descifrar el sentido de aquella obra.
Quizás el saco
representa este recipiente caduco que llamamos cuerpo y la arena refleja la
soledad existencial del hombre.
Si al menos el
artista hubiese titulado el cuadro, Autorretrato, o Naturaleza muerta, nos
hubiese dado alguna pista.
Pero no, Saco
de Arena.
El banco volvió
a crujir.
El vigilante se
me acercó y me dio una reprimenda, pues el banquito era parte de la
instalación.
Sali de la
sala, avergonzada de mi ignorancia, pero al final lo consideré un aprendizaje.
Tal vez el
artista quería expresar simplemente eso, un saco de arena… y un banquito.
La honestidad,
esa olvidada virtud, debe ser también una forma de arte.
De esta experiencia
también me quedó otra enseñanza.
La próxima vez
que visite un museo de arte contemporáneo, antes de sentarme en el banquito, pregunto.
Curiosa experiencia.
ResponderBorrarUn abrazo.
Si, totalmente jaja
BorrarAbrazote Rafael!
jajaja Suele pasar. Por aquí también tenemos un museo de arte moderno y si, hay que estar atento a todo.
ResponderBorrarUn abrazote!!
Jaja asi es.
BorrarAbrazote Jorge/Roland