Hace ya un año tuve un impulso y creé este blog. Le puse el nombre que primero vino a mi mente, Calle de Eco. Era el título de un cuento que alguna vez quise escribir, sobre un “te amo” que se quedó flotando en una céntrica calle de Caracas, todavía por ahí debe andar rebotando.
Como muchos proyectos en mi vida (una obra de teatro sobre la comunicación y sus barreras, un libro de cuentos de Navidad que escribí hace mil años, un libro poético/ fotográfico sobre las raíces con formas extrañas de Venezuela, que se titularía, Raíces de Venezuela, hoy lo haría Raíces de Canadá; un libro de pensamiento creativo en la oficina, etc) , aquel cuento quedó inconcluso.
Soy buena para los inicios pero malísima para concretar.
Por eso este blog ha sido mi salvación, pues sin darme cuenta, escribo. Son borradores realmente, inacabados y sin mucha pulitura, pero al menos intento que sean honestos y sencillos. También trato, y esto es lo más difícil en el acto escribir, de despojarme del ego. No hay nada que ocasione mas rechazo que encontrar arrogancia en un escrito.
A veces no puedo dejar de presumir del amor, porque realmente, nunca pensé encontrarlo y la vida me premió por alguna razón que desconozco.
También presumo de mis hijos, porque son bellos y buenos. La más importante cualidad de una persona es la bondad.
Últimamente presumo de Sancho.
En un año he escrito sobre muchas cosas sin importancia, que son las que realmente importan.
También, en mi blog, hay presencias constantes del mas allá que me encanta evocar; mi papa, caballero de fina estampa, mi mama, mi hermano Rafael que murió súbitamente hace 6 años. Creo que son los únicos miembros de mi familia cercana que visitan este blog. (A mis hijos a veces los obligo, jajaja)
Pero les digo, este blog me ha hecho muy feliz. Desde el momento que detecto un potencial momento mágico y se va hilando solo; cuando lo plasmo, lo lanzo, lo leo, lo releo, me peleo conmigo misma por las repeticiones y la sobre adjetivación. Todo el proceso me encanta.
A veces recibo comentarios muy generosos y amables.
Así como algunas personas cuentan el dinero en sus cuentas bancarias, a mi me encanta contar mis visitas. Me parece mágico que me lean en Austria, en Rusia, Alemania, en España, en Chile, México, Corea del Sur, a veces hasta en Venezuela.
¡Gracias!
Cada comentario, cada visita, ha sido en mi alma, una pequeña detonación de alegría. Me sorprende tanto que alguien se tome el trabajo de leerme, pues no ofrezco gran cosa, ni recetas, ni fotografías, ni tips de decoración, nada, solo un pocotón de tonterías.
Les agradezco de corazón. Hacen que mis palabras no se queden en el eco solitario, como aquel “te amo”.
¡Gracias!
Y como, esta entrega está muy seria y en mi última entrega prometí otro chiste del repertorio de mi hermano Rafael (Q.E.P.D), aquí se los dejo:
Robaron una joyería y cuando llegó la policía, en la escena del crimen solamente estaba un borrachito, a quien se llevaron detenido.
En la jefatura, comenzaron a interrogarlo, metiéndole la cabeza en un tanque de agua.
- ¿Dónde están las joyas?
- Y el borrachito salía casi ahogado, escupiendo agua y no decía nada. Los policías volvían a sumergirle la cabeza en el agua.
- ¿Dónde están las joyas?
Y así lo tuvieron toda la noche. Hasta que la final:
- ¿ Dónde están las joyas?
- Se lo juro Señor Oficial, yo allá abajo no veo ningunas joyas….
(contado por mi hermano sonaria mejor, claro)
Gracias por un año donde la recompensa de prestar atención a lo sin importancia, se ha convertido en profundo deleite.