martes, 30 de abril de 2024

El Colibrí

 



“Quieto

no en la rama

en el aire.

No en el aire

en el instante

el colibrí”

 

Octavio Paz

 

Apenas pesan entre dos y cuatro gramos.


Baten sus alas entre ochenta y doscientas veces por segundo.


Sus plumas son tornasoladas, su pico largo y delgado para poder llegar al néctar de las flores.


Venerados en las culturas prehispánicas, Huitzil en náhuatl; Quinde, en los Andes americanos.


Yo lo adopté hace tiempo como mensajero de mis deseos y pensamientos.


En estas latitudes nórdicas, no se les ve con tanta frecuencia, sin embargo, me encuentran.


Esta última vez vino en una bella tarjeta que me dio mi vecina, otras veces me ha llegado como escultura, medalla o poema, como el que ilustra esta crónica.


En su pico llevan momentos iridiscentes suspendidos en el tiempo.


Patio de la casa de mi infancia, colibríes bebiendo agua de lluvia de los Riqui Riquis; mi mamá, frente a su caballete, pintando sus rosas pálidas.


En mi duelo profundo, mensaje de esperanza, invitación a mirar al pasado sin insistir.


Una vez me sacó de un aprieto en el trabajo, gracias a una anécdota que le escuché a nuestro gran comediante Laureano Márquez, y que incorporé a mi vida personal, quizá la conozcan, pero aquí la resumo en mis propias palabras.


Fue en cierta ocasión en que tuve que tomar una decisión laboral difícil pero necesaria. Cuando finalicé la historia, los gerentes exclamaron: ¡Oh!

 

“Se produjo un inmenso incendio en el bosque. Los árboles ardían al paso de las gigantescas llamas.

 

El pequeño colibrí se acercó al rio, llenó su piquito con agua, y voló dirigiéndose al fuego.

 

Los animales del bosque lo detuvieron diciéndole:

-      ¿Qué haces colibrí?

Y él les respondió:

-      Voy a ayudar a apagar el incendio.

Los animales rieron:

-      ¿Pero no te das cuenta de que es inútil?

Y el colibrí respondió sin ninguna duda:

-       Pero estoy haciendo lo correcto.”

lunes, 22 de abril de 2024

DETECTIVE

 


Es otra de mis vocaciones frustradas.

Siempre quise ser detective.


Quizás fue la influencia de los libros que devoraba en el autobús del colegio desde muy pequeña, las novelas de Enid Blyton, escritora inglesa, “Los Siete Secretos” y “Los Famosos Cinco”, un club de niños que resolvían misterios y vivían toda clase de aventuras.


Después seguí con Agatha Christie y ya más adulta, con Sir Arthur Conan Doyle, creador del más famoso detective de la historia, Sherlock Holmes.


Hoy en día, me encantan las series policiales, sobre todo las británicas.


En Venezuela no es tan fácil estudiar para detective, así que la vida me llevó a la ingeniería civil, mi mayor misterio, pues si tuviera que diseñar una choza hoy en día, se caería en un segundo.


Pero esta larga explicación es para contarles que mi frustrada vocación ha regresado con ímpetu.


Más que un trabajo, es un “hobby”, una distracción, en todo el sentido de la palabra.


Todos los días de mi vida confronto situaciones enigmáticas, en las cuales debo abrir una investigación.


Tengo que concentrar toda mi atención, analizar la evidencia, atar cabos.


Yo soñaba, en mi juventud, con resolver un gran robo, descubrir a un asesino en serie, pero no, mis misterios cotidianos son de menor escala, pero no menos complicados.


¿Dónde dejé los anteojos?


¿Qué vine a hacer a la cocina?


¿Cómo es que se llama ese señor que me saludó con tanto cariño?


Me resulta alentador pensar en lo que una vez me dijo un médico, creo, y es que, si uno se acuerda, que no se acuerda, pues no hay problema.


En fin… ¿de qué estábamos hablando?


Elemental, mi querido Watson.”

Sherlock Holmes

jueves, 11 de abril de 2024

VITRALES

 

Knox United Church, Calgary, Canada

Son composiciones de vidrios de distintas tonalidades cromáticas, los cuales una vez ensamblados, cuentan una historia hecha de luz.

El pasado domingo fui a la iglesia.


No es algo que haga con frecuencia, pero esta vez fui, no solo a saludar a Dios, sino atendiendo a una gentil invitación a un concierto.


La bella y antigua basílica, en el centro de Calgary, estaba a reventar.


Cuando llegué, ya el coro ocupaba su lugar en el altar principal y la orquesta afinaba sus instrumentos; ese momento álgido y disonante que anuncia futuras armonías.


Yo logré escabullirme hasta que encontré un lugar vacío en un banco.


El director, con impetuoso gesto de su mano, dio inicio al concierto.


Mis oídos estaban embelesados con la Cantata de J.S. Bach, cuando mis ojos sucumbieron también ante la belleza del vitral, en lo alto del altar mayor.


Miré en detalle, esa filigrana de cristal, sostenido apenas por varillas delgadísimas de metal, que contaban la historia de un Cristo resucitado y glorioso.


La música se adueñó del recinto, armonías corales que brillaban con luz corpórea.


De pronto, me dejé llevar por un breve pero placentero trance.

El brillo de los cristales del gran ventanal y las notas multicromáticas ejecutadas impecablemente por el coro, se fundieron en una especie de mosaico tridimensional de luz y sonido.


Volví en mí, cuando los aplausos estallaron en un gran estruendo.


Allí quedé yo también aplaudiendo, conmovida.


Ahora entiendo las palabras de ese otro músico, Maurice Ravel, el del famoso Bolero, cuando dijo que:


“La música es sueño cristalizado en sonido.”


Gracias al Calgary Bach Choir por este regalo musical.

jueves, 4 de abril de 2024

El Canto del Pájaro

 



Es uno de esos libros de mi adolescencia, de Anthony de Mello, el cual dejó en mi vida, una bonita reflexión que comparto al final.

Mientras tanto les ofrezco una meditación auditiva.


Me fui de paseo por el río, en estos días que anuncian la primavera, esa que llega con sus “mil armonías”, como dice una canción.


Me dije a mi misma que me concentraría en todos los sonidos que pudiese identificar.


 Así comienza esta historia.


Como música de fondo, el rumor del rio, ese milagro de presencias que no tiene ayer, ni hoy, ni mañana.


La brisa, como una flauta de bambú, acompañando el camino.


Y de repente un trinar poderoso, dos notas cristalinas, un Si y un Sol, creo, diáfanos y repetitivos. En una rama, el diminuto Chickadee, el pájaro de nuestra provincia de Alberta. Para ser tan pequeño, tiene lo que llamamos gañote.


Mas allá, el repiqueteo de un taladro; después un gorjeo. Es el pájaro carpintero, o Toc Toc, como le llamo por cariño.


Adentrándome en mi paseo, escucho unos silbidos.


Un dialogo amoroso.


Miro hacia arriba, son las águilas volando en circulo, quizás buscando alimento para sus pequeños aguiluchos que nacieron hace poco.


Continúo, abismada y confortada por este maravilloso concierto, interrumpido solo para saludar a algunos amigos perrunos y sigo mi camino.


Regresando ya a casa, escucho un chirrido. Lo reconozco, es el Blue Jay canadiense, el pájaro azul, aquel de la leyenda, ese que trae augurios de felicidad.


Llego a casa y me siento a reflexionar junto a mi vaso de agua.


Es allí cuando me llega la frase que prometí para el final, del libro de Anthony de Mello.


  -    ¿Por qué canta el pájaro? 

Y respondió el maestro.

-   El pájaro no canta porque tenga una afirmación que hacer. Canta porque tiene un canto que expresar.”

Creo que, nosotros los humanos, sedientos del luminoso espacio, tenemos alma de pájaro.

miércoles, 27 de marzo de 2024

ESTATUA ECUESTRE




Se aprecian en las grandes capitales del mundo, como homenaje a actos heroicos en batalla, o por su importancia histórica.

Ejemplos maravillosos hay muchos, como la del Duque de Wellington, que venció a Napoleón en Waterloo, en Londres, la de Felipe III en la Plaza Mayor de Madrid, la de Don Quijote y Sancho Panza en la Plaza España.


Como dato curioso, una vez me explicaron que las estatuas ecuestres tienen un significado.


Si el caballo tiene ambas patas levantadas significa que el héroe murió en batalla. Si solo una de las patas delanteras está en alto, el fallecimiento se atribuye a heridas de guerra; y si las cuatro patas están en el suelo, se interpreta como muerte natural.


Interesante, pero claro, no todas las estatuas se crearon siguiendo ese criterio.


Más allá de estos mitos, estas líneas están inspiradas en otras personas, quizás menos importantes, pero que merecerían, por sus actos de nobleza, de bondad, de generosidad con el prójimo, una estatua, no solo ecuestre, sino de oro.


En mi vida soy testigo de algunas.


Madres abnegadas y entregadas a sus pequeños hijos.


Abuelas incondicionales (quisiera contarme entre ellas, pero no por la estatua)


Familiares y amigos “todo terreno”, en las buenas y en las malas.


El mundo entero debería estar lleno de estatuas para esos héroes anónimos. Los que están allí, ayudando a los demás y encima lidiando la batalla de sus día a día.


Tengo un buen amigo que me acompaña en mis horas difíciles, me cambia los bombillos de la casa, me poda las matas del jardín, me lleva de paseo.


Una vez le dije que le iba a hacer una estatua ecuestre.

Su respuesta no concordó con ninguno de los códigos escultóricos mencionados anteriormente, me dijo:

-      Bueno, pero por favor que sea con el caballo echado.

Se me olvidaba lo más importante, me hace reír.

viernes, 22 de marzo de 2024

PORTMANTEAU

 


Últimamente me persiguen, a raíz de una investigación que tuve que hacer para un “tigre” (dícese en Venezuela de un trabajo a destajo) que estoy matando.

La palabra “portmanteau” en francés significa maleta o baúl, de dos compartimientos, y proviene del término “porter” (cargar) y “manteau” (abrigo o capa).


En el transcurso de mi investigación, aprendí que el término “portmanteau” lo acuñó el escritor Lewis Carroll, aparentemente el pionero de estas palabras que “empacan” dos conceptos en un solo mundo.


Creo que en español se les conoce popularmente como acrónimos, pero eso de “palabras en una maleta” me pareció fascinante.


Resulta gratificante tropezar con estas expresiones, decodificar su significado y encontrarles otra dimensión.


Un descubrimiento lingüístico muy refrescante como el que me produjo un vocablo que utilizaba mi hijo, a los cuatro años (hoy casi treinta y ocho): Mami estoy “abotado”.


Yo me reía y lo corregía. Ahora, entiendo su clarividencia: “abotado” (aburrido y agotado).


Ejemplos en nuestro idioma hay muchos como, boquiabierto, pelirrojo, salvoconducto.  Otros provienen del inglés, pero los utilizamos a menudo en eso que llaman “Spanglish”.


Brunch (breakfast y lunch), Smog (smoke y fog), Motel (motor y hotel)

Y otros más contemporáneos como: Podcast (Ipod y broadcast) e incluso Netflix (Internet y Flicks (flix)*película).


En las propuestas para mi cliente, publicidad para una licorería, voy a incluir algunas que ahora se me ocurren como: Drin (drink gin) la cual podría extrapolarse a Drine, Drisky, etc.


Y esto me recuerda una que utilizamos comúnmente hoy en día, workaholic (adicto al trabajo)


Este último portmanteau detona siempre un chiste en mi cerebro.


Le daban el pésame a una señora y le decían:

-      Lo siento tanto, bueno, él era un workaholic.

-      Si, pero también bebía en la casa.

viernes, 15 de marzo de 2024

EL MINOTAURO

 


 

El minotauro se comió mis anteojos.


No aquel del laberinto de Knosos en Creta, sino Mango, el cachorro Golden Retriever de mi hija.


Estuve varios días viendo borroso, esperando la cita con mi oftalmólogo.


Al principio me sentí bastante incómoda, con dificultad para leer y otras actividades cotidianas.


Mis ojos se esforzaban, sin éxito, en buscar las líneas nítidas, esas que envuelven el mundo, que separan los objetos, que delimitan la individualidad de las cosas, letras y personas.


Pero, a medida que pasaban los días, poco a poco, me fui acostumbrando a ese otro mundo de contornos turbios, difusos, que le daban una atmósfera por demás interesante a todo lo que me rodeaba.


Un aire impresionista.


Durante esos días, fue como si los objetos a mi alrededor quisieran salirse de sus entornos, derramarse, expandirse, expresar su intimidad más allá de sus espacios restringidos.


Un lenguaje visual para mí desconocido.


Un territorio invisible pero fértil, esparciéndose entre las formas, que creaba a mi alrededor una atmósfera etérea, y hasta más espiritual.


Esto de andar por la vida como Mister Magoo (para el que lo recuerde) como que lo pone a uno en ánimo de poeta o de loco.


Ya me cambiaron los anteojos por unos incluso mejores, pues me revisaron la fórmula.


Al final debo darle las gracias al minotauro, perdón, a Mango, por obligarme a renovar mi examen de la vista.


Con mis modernos y potentes lentes, veo un mundo de alta definición en sus contornos, pero también percibo más soledad entre los espacios que rodean a las personas y las cosas.


Después de esta experiencia visual, o existencial si quieren, a veces dudo si ahora veo mejor, o estoy más ciega.