Cuando el alma se desborda, uno llora.
O escribe un poema…
Si las lágrimas hablaran o escribieran, la humanidad
doliente sería un poema acuoso.
Largo… como un río, infinito tal vez.
No sé por qué últimamente he estado reflexionando en esta
analogía entre llorar y escribir un poema.
Cuando los sentimientos nos inundan y se suelta ese
torrente irrefrenable de agua, saltan las lágrimas.
También cuando el amor, el dolor, la emoción nos rebasa,
aflora un poema.
Se lo dije a mi hija, terrenal cien por ciento, cuando le escribió un poema a cada uno de sus hijos. Le dije, ¿viste?, cuando el amor no te cabe en el pecho sale un poema y así fue. Dos poemas sublimes, uno para Tomás, otro para Natalia, en su bautizo.
Y es que será que últimamente he visto llorar a mucha
gente.
Y yo con ellos, he de decir.
Aquí en mi soledad, frente al televisor.
Lágrimas de tristeza, de dolor, de incertidumbre, de desolación,
de miedo, más bien terror; de admiración también, de inspiración ante el espíritu
indoblegable del hombre que lucha por sus principios, por su tierra, por su
identidad.
He visto muchas personas, anónimas, viejos, jóvenes, madres,
hijos, llorando, escribiendo poesía…
Un largo poema de amor, de dolor, de guerra.
Absurda.
De todas las imágenes que he visto sobre la invasión a Ucrania,
una me ha tocado profundamente.
Una fosa común. Seres humanos lanzados al olvido o más
bien a la gloria, seguramente.
Entre ellas una mujer, que al lanzarla perdió uno de sus
zapatos.
Allí quedó, con un pie descalzo.
Mi homenaje y tributo a todos los caídos y en especial a
esta mujer desconocida, cuyo pie descalzo me ha hecho pasar noches en vela, llorando,
escribiendo poemas.
Ojalá en la otra vida, consiga un príncipe que le
devuelva su zapatilla.
Gloria a los valientes.
Gloria a las personas de buena voluntad.
PD: Mi pequeño tributo en estos tiempos absurdos y
crueles.