A veces me siento como tan sola y aislada, aquí en la pradera canadiense.
Sobre todos los días como hoy, a treinta y seis grados centígrados bajo cero.
Si, disculpen, otra añoranza. Y eso que prometí una entrega de humor.
Se los debo. Es que este frio arruga al mas "templao"!
Mi hija me trajo de España, una botellita transparente que contiene un líquido también incoloro y cristalino.
Se ve inofensivo, parece agua, pero no.
Es aguardiente.
El frasco es tan bello que tiene semanas anclado en la mesita de los recuerdos. Así llamo a la mesa que tiene los retratos de mis fallecidos padres y hermano.
Por alguna misteriosa razón, la botellita no ha querido moverse de ese lugar.
Todos los días la miro y pienso.
¿Será que la destapo y pruebo el aguardiente de Orujo? (producto de Burgos, ¡que poético!)
¿Será que le ofrezco un pousse café a mi esposo y así lo acompaño? Dicen que es muy buen digestivo y tomar solo no es conveniente.
¿Será que la guardo en el bar? La verdad no es buena imagen una casa donde se usa el alcohol como ornamento.
Pero no, pasan los días y ahí sigue, acompañando nuestras veladas y a mis ánimas benditas.
En fin, un mensaje críptico, el de esta botella.
-¿Será que a los difuntos les gusta el aguardiente y no quieren soltar el frasco? - pensé a manera de chiste.
Con este pensamiento me estremecí de pies a cabeza.
Con este pensamiento me estremecí de pies a cabeza.
En mi casa siempre se decía que “familia que bebe (y fuma, pero ese vicio ya lo deje) unida, permanece unida”.
¿Será que hay cosas que no cambian?
¿Será esa la razón por la cual el aguardiente no ha querido moverse de la mesa de los recuerdos?
¿Será que no debo sentirme tan sola, después de todo?
En esta noche helada, encontré la excusa perfecta para “echarme” un trago de aguardiente. Decidi aceptar la invitación de los portaretratos.
Mañana pagaré, pero el de Orujo me calentó y me alegró el espíritu instantáneamente.
Por fin descifré el mensaje de la botella.