Correr, marchar, nadar, caminar, trepar,
pedalear, en fin…
Tantos verbos activos juntos me dejaron
cansada, como si hubiese corrido un maratón.
Sin embargo, en esta entrega quiero
reflexionar sobre otras acciones que requieren menos músculo, pero mucha más energía,
sabiduría y dedicación. Más que palabras, son un arte pues…
Una de ellas es el verbo “Estar”, de los más activos
que conozco, del latín stare, y que paradójicamente, en una de sus voces significa “estar inmóvil”.
Y es que a veces la presencia silenciosa y compasiva, el “Estar”,
en su inmovilidad, ofrece más calor y luz que una turbina generadora.
Y eso me lleva a un segundo verbo, con casi
las mismas características termoafectivas (palabra que acabo de inventar):
Acompañar.
Otra vez me sorprende la etimología de la
palabra, pues la raíz latina proviene de comedere (comer) y panis
(pan), “comer del mismo pan”. (fuente Google)
Y no puede lo anterior estar más en sintonía
con mi reciente visita familiar a Chicago, para “estar” y “acompañar” a mi
sobrino nieto en el día de su Primera Comunión. Una ocasión realmente especial,
llena de afecto familiar, ese que a los venezolanos tanta falta nos hace hoy en
día.
Independientemente de las creencias religiosas
de cada quien, “comer del mismo pan”, el Eucarístico, o el de la panadería, ese
“Acompañar”, es una sencilla manera de celebrar el misterio la vida.
Tengo que admitir que he tenido que
ejercitarme por muchos años, en la alegría y en la adversidad, para entender la
importancia e intentar practicar el exigente biatlón de estar y de acompañar.
Cuantas veces, el intelecto mata a estos dos
atletas, diciendo, por ejemplo: ¿Y para qué voy si no
hago falta? o ¿para qué estoy aquí, si ya no hay nada que hacer, o ya es tarde?
o “No contribuyo en nada, no sé qué decir, así que no soy útil.”
Lo utilitario casi siempre cancela la magia,
eso creo.
Para “Estar” y “Acompañar” no hace falta hacer
ni decir nada.
Es un silencio cadencioso, una música intima dentro del corazón.
Es justamente esa quietud, esa inmovilidad la
que cura, sana, consuela.
En fin, para terminar mi reflexión, concluyo
que para estar y acompañar hace falta más energía interna que para correr un
Iron Man.
Aprovecho para agradecer a todas las
presencias activas y compasivas en mi vida,
las que están, las que me acompañan y me alegran, siempre…
Un judío tenía muchísimo tiempo pidiendo
audiencia con el Papa y se la negaban, hasta que al fin la consiguió.
- Buenos Días hijo, ¿qué se te ofrece? - dice el
Papa.
- Buenos Días Su Santidad. ¿Usted se acuerda de
la Ultima Cena, allá en Jerusalén, hace más de 2000 años?
- Si claro hijo, por supuesto que me acuerdo - dice el Papa.
- La Cuenta…