“¿Mama, por qué no te
levantaste hoy a tiempo?”
La frase de mi hijo
Santiago, ayer en la mañana, me succionó como un violento remolino, una
borrasca polvorienta de tiempo y recuerdos, que me aterrizó veinticinco años atrás.
Tuve eso que llaman "Deja vu" ( i.e. ya lo he vivido)
Tuve eso que llaman "Deja vu" ( i.e. ya lo he vivido)
Aquellos tiempos en
que mi vida transcurría apurada.
Sí, mi hijo Santiago,
el del “Gato con Gotas” el de “apúrate que nos va dejar el “altobus”, el que amenazaba a su hermana “estas
aguzada” (acusada); el que le
encantaba la leche “comensada” (condensada);
el que en Navidad cantaba “Din din din,
es hora de partir, los pososos (esposos) bajan desde Nazareth y los castorcitos a Belen se van...";
el “Pequeño Príncipe de las Pestañas largas”, tan largas, que todavía hoy en día,
acarician el aire y el tiempo.
Allí estaba yo en el “Fregatta
” (Fiat Regatta que se la pasaba más tiempo en el taller que conmigo) haciendo milagros
por no llegar tarde al “Kinder Blancanieves”, donde Santiago cursaba estudios
avanzados de Pre-maternal, Plastilina
III y Corte y Pegue avanzado.
De vuelta al año
2015, explico:
Ayer lunes, por algún
misterio tecnológico mi despertador cambió de “time zone” y me desperté
una hora tarde.
Ahora, veinticinco años
después, en vez de ir al “Blancanieves”,
Santiago y yo nos vamos juntos al trabajo, downtown Calgary. Por mas que cambie el pais, la edad y la circunstancia, hay cosas que no cambian nunca.
Del puño y letra de Santiago: