Desde mi
ventana, fui testigo de un misterio.
No me fijo
mucho en quien entra y sale a mi alrededor, pero ese día me pareció que la
persona que entraba por la puerta esa noche, a pesar de que traía la misma
vestimenta, un abrigo color naranja imposible de pasar por alto, era diferente
a la que salió en la mañana.
Había algo en
su caminar, en su postura, en la manera de insertar la llave.
Sí,
definitivamente, otra persona.
No le di mucha
importancia al asunto, pero los días que siguieron, al escuchar la puerta, me
asomaba, y para mi sorpresa, cada día era una persona la que salía y otra muy
diferente, la que regresaba.
A veces
cambiaba el abrigo, quizás para despistarme, pero era como si hubiese un nuevo
inquilino, cada mañana y cada noche.
El misterio no es
muy difícil de resolver. ¡Elemental!, como diría aquel famoso detective.
La persona que
sale por la puerta y regresa siendo otra cada día, soy yo misma, claro.
Pero esta nueva
conciencia, me hizo reflexionar sobre las puertas y portazos de mi vida.
La puerta
blanca que me vio crecer.
Puertas amplias,
llenas de ilusiones.
Las puertas
ruidosas y atascadas de las dificultades.
Cierta noche
crucé un umbral sombrío: la puerta sigilosa de la enfermedad.
Después la vida
me premió y puso ante mí una puerta luminosa, la del amor.
Y esta especie
de biografía rectangular me hace recordar un verso maravilloso de mi poeta de
cabecera que voy a dejar para el final.
Por ahora, voy
a observar con cuidado a esa persona que sale por la puerta. Como crece y se
transforma en cada aliento, en cada poema que le penetra el alma como una
flecha incandescente, en cada gesto amable dado o recibido, en cada pérdida, en
cada lágrima, en cada buena nueva, en cada extravagancia.
Resuelto el
misterio decidí que, cada vez que atraviese el umbral de la puerta de un nuevo
día, lo haré con una melodía en los labios, un saludo a esa otra yo que me
espera y una despedida, por si acaso…
¡Qué hermosa es la vida!
¡Cómo nos despoja todos los días,
cómo nos arruina implacablemente,
cómo nos enriquece sin cesar!
Jaime Sabines
Hola Natalia.
ResponderBorrarBonita metáfora de la vida, me he visto muy representado con eso que yo llamo "evolución".
Un abrazo grande
Gracias mi querido y apreciado Roland. Companero de este camino de letras.
BorrarUn abrazote!