EL PEQUEÑO PRÍNCIPE DE PESTAÑAS LARGAS
Y
LAS TRES ESENCIAS
Caracas, 10 de junio de
1988,
Escribí este cuento hace
31 años,
en
ocasión del cumpleaños 70 de mi papá
y abuelo de mi hijo Santiago
que en ese entonces tenía 2 años y unas pestañas
larguísimas.
Hoy, se lo dedico al mismo
pequeño príncipe,
Dios lo siga bendiciendo,
en su cumpleaños número 33.
Las enseñanzas del abuelo,
siempre vigentes.
Calgary, 20 de marzo de
2019.
Érase una vez un pequeño príncipe de pestañas
largas y sonrisa tierna.
Su pelo era de trigo, sus ojos de miel y su
cara como un pan dulce al que provoca morder.
Érase una vez un buen señor, de pelo gris, de
andar pausado, con la mirada serena que otorga el paso de los años.
Aquel buen señor poseía una sabiduría inmensa.
Conocía la tristeza, la alegría y dominaba a
la perfección las Tres Verdades del Mundo, cuyas esencias guardaba, celosamente,
en tres frascos de cristal.
El primero contenía la Esencia de la Ciencia.
El segundo, la Esencia de la Poesía.
Y el tercero contenía, la Esencia del Amor.
Muy temprano en la mañana, la casa de aquel
señor, de pronto se iluminaba.
Era su pequeño príncipe, de pestañas largas.
El pequeño príncipe con la sabiduría del niño,
y el buen señor con el saber del tiempo, descubrían el mundo, viendo caer las
hojas, mirando pasar las aves y oyendo cantar al viento.
El uno con su lenguaje de niño, el otro con el
idioma del tiempo, y como intérprete sólo, la magia del universo.
Un caluroso mes de junio trajo consigo, los
setenta abriles de aquel buen señor.
El pequeño príncipe obsequio un poema a su
amigo, y este le dio a cambio, su mayor tesoro:
Las Tres Verdades del Mundo, en tres frascos
cristalinos.
Y con una voz grave, de esa que sale de
adentro, habló el buen señor con estas palabras:
“Toma mi pequeño príncipe,” y le entregó el
primer frasco, “Conoce la ciencia, estúdiala con detenimiento y ahonda en los
misterios del hombre y la naturaleza.”
Y continuó con la segunda esencia, la poesía.
“He aquí lo mejor de los hombres, lo más
sublime del pensamiento, la poesía.” dijo “Siéntela y vívela en cada acto de tu
vida.”
Y por último entregó el tercer frasco, la
Esencia del Amor.
“Esta
es la verdad más importante, lo más profundo del sentimiento, el amor. Toma
esta esencia, mi pequeño príncipe, y simplemente, espárcela a tu alrededor
dondequiera que te encuentres.”
Después de escuchar estas palabras, el pequeño
príncipe, algo confundido, entornó sus ojos inocentes, y acariciando el aire
con sus largas pestañas, preguntó en su idioma peculiar:
“Dime buen señor, ¿para que ha de servirme
todo eso?”
Y habló de nuevo el señor bueno diciendo:
“Hoy, mi pequeño príncipe, no necesitas de
estas tres esencias, porque posees la magia y la inocencia de la niñez.
Conserva estos frascos mi pequeño, porque verás muchas hojas caer, muchas aves
pasar y al viento, muchas veces cantar. Entonces, llegará el momento en que la
vida se impone y he ahí cuando utilizarás con inmensa sabiduría, las Tres
Verdades del Mundo y recuerda:
“Nunca se deja de ser niño, así como el tiempo
nunca deja de ser tiempo…”
Así finalizó de hablar el buen señor y el
pequeño príncipe de pestañas largas, sólo atinó a decir en su media lengua:
Caracas, 10 de junio de 1988
Precioso y que ocasión tan fantástica de volver a utilizarlo, casi se adivina la sensación de compañia de su abuelo que sentirá al leerlo. Un abrazo
ResponderBorrarGracias Ester, salio del baúl y eso pensé, una bonita manera de revivirlo en el día del cumple de mi hijo.
BorrarUn abrazo grande
Preciosas "esencias" las que nos dejas en boca de ese "niño"
ResponderBorrarUn abrazo.
Gracias Rafael, tu eres el maestro de la segunda, la poesía!
BorrarUn abrazo grande!
Hola Natalia.
ResponderBorrarBonito texto y entrañables recuerdos.
¡Un abrazo!
Gracias apreciado Roland!
BorrarQué hermosa manera de honrar el don del amor al servir de puente entre dos generaciones. Un besito, querida Natalia.
ResponderBorrarHola Taty! Que bonito comentario me has dejado. Me encanta ser ese puente. Gracias!
BorrarUn abrazote