Socrates, Escuela de Atenas |
Cuando me hacen preguntas
como ¿Por qué existe algo y no más bien nada? me empieza a doler la
cabeza.
Mi biblioteca a veces me invita a releer libros olvidados, y en este caso acepté esta invitación a la filosofía, como él mismo autor la describe, “Las Preguntas de la Vida” de Fernando Savater.
Aclaro que la filosofía es
una disciplina que me apasiona, pero de la cual me declaro completamente
neófita e incompetente.
Pero aparte del disfrute de
toparme con Sócrates de Alopece, Tales de Mileto y Platón de Albóndigas (un
toque de humor gracias a mi hermano QEPD), esta gimnasia mental de leer
filosofía coincidió con la visita a mi casa de un verdadero filósofo.
Al principio me sorprendió
su seriedad y su voz grave, pero de inmediato salió a la luz su verdadero
temperamento alegre y su poder de cuestionamiento. Es la tarea de un filósofo
creo, cuestionarlo todo, para después aclarar, o, todo lo contrario.
Mi visitante estaba
siempre en busca del porqué de las cosas.
¿Por qué es un árbol? ¿Es
un árbol o es tu árbol?
¿Por qué comemos? ¿Por qué
nos divertimos?
Si somos seres vivientes,
formado por átomos, me pregunte a mí misma ¿Por qué sonreímos? Los átomos no
sonríen, concluí. ¿Y entonces?…¿el alma? Pero no quise transitar ese camino,
por ahora…
Pero las preguntas seguían
desbordándose, las de mi visitante y las que generaba en mí.
El bombillo da luz, pero
no es la luz.
El tiempo esta bonito hoy
¿Qué es el tiempo?
En fin, los escépticos,
relativistas, solipcistas (ni siquiera sé que es), racionalistas, etc, se
quedaron cortos con mi visita.
Ni siquiera es posible
decir como Sócrates, “sólo sé que no sé nada”,
porque mis respuestas se agotaron.
¿Y por qué no sabes nada?
Si no sabes nada, sabes algo. (decían los escépticos creo)
Es la tarea del filósofo,
dudar ad infinitum, hasta encontrar un camino o el camino. Aprendí que la
palabra método significa eso, camino.
El mío fue darle un abrazo
a mi pequeño visitante y sonreír con todos mis átomos a sus insistentes “¿por
qué?”
Quizás ya lo adivinaron,
pero les doy la primicia.
Mi visitante se llama
Diego, es mi sobrino, tiene dos años.
Hola Natalia. Aquí tu amigo Roland que anda un poco desaparecido.
ResponderBorrarMe han encantado y no me esperaba el final. Pero sí, los niños tan ávidos de conocimiento, es una etapa muy bonita.
Abrazos y disculpa mis ausencias.
Que bueno tenerte de regreso mi muy apreciado Roland! Me ha encantado a mi tambien leerte.
BorrarUn abrazote gigante!