De vez en cuando siento el
impulso de hacer una excursión un poquito más arriesgada que mi apacible paseo
diario por el río.
Una gira más audaz y retadora,
con la única motivación de despertar un poco mi espíritu, a veces adormilado.
Me fui sola.
El camino al principio,
amplio y radiante; el paisaje espléndido.
Después de un rato, la
vereda se fue haciendo cada vez más angosta.
A cada paso, el terreno se
tornaba más agreste; fui sorteando piedras, hielo, pequeños precipicios. A
ratos me perdía, para volver a recuperar la ruta.
Al fin llegué a una
cascada, majestuosa.
Me senté a descansar sobre
una gran roca y me puse a contemplar el camino andado.
No supe cuánto tiempo había
pasado, cuando desperté de mi letargo.
Volví sobre mis pasos revigorizada,
más despierta que nunca.
Sí, definitivamente, creo
que de vez en cuando hace falta recorrer otros paisajes, aunque implique alto
riesgo.
De esta olimpíada personal
terminé golpeada, rasguñada, empantanada, agotada.
Pero acaso, un poco
esclarecida.
Para terminar con algo de
humor, creo que esto de cerrar los ojos y mirar hacia dentro, es un deporte más
riesgoso que hacer natación con tiburones, waterpolo con granadas o salto de
garrocha sin colchón.
“Quien
mira hacia afuera, sueña.
Quien mira hacia dentro, despierta.”
Carl Jung
Es un paseo interesante, sin duda.
ResponderBorrarUn abrazo.
Asi es Rafael, se aprende algo siempre.
BorrarAbrazote!
¡Bienvenida al mundo de la aventura!
ResponderBorrarCuan identificado me siento.
Despertemos.
Un abrazote grande
Abrazote Roland!
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