Es el superlativo de la interioridad.
El mundo se hizo íntimo.
La intimidad es la ponderación más alta de lo interior.
Y en eso estamos, habitándonos, íntimamente, en
nuestros espacios amables.
Ese rincón del universo que llamamos hogar.
Nuestro
“cuerpo grande” como lo llama el poeta Gibran Khalil. Adoro esa definición,
disculpen, la repito hasta el cansancio.
Es una pausa forzada, pero pausa al fin.
En música, los silencios son tan importantes
como la melodía.
Resuelven, lo que de otra manera sonaría como
un ruido precipitado y asonante.
Como el mundo de antes, ruidoso, vertiginoso, frenético,
en la búsqueda insaciable de eso que llaman éxito, “la perra diosa”, como lo definió
D.H. Lawrence.
Ahora silencio.
Ojalá quede algo después.
La pandemia me tocó sola de soledad, bueno yo
y Sancho.
Así que me propuse vivir esta interioridad forzada,
intensa y serenamente.
Superlativamente en mi interior.
La soledad es quizás lo único superlativo que
queda en mi vida.
Pero, en fin, vivir esta pausa lo mejor
posible, es mi propósito.
Para ello comienzo mi día con café negro y
dulce, amanecer radiante y una oración sencilla que me regala el Padre Pedro
desde Badajoz cada mañana.
Después, mi jornada de trabajo desde la casa; el trabajo dignifica dicen, y mientras lo hago, miro a mi alrededor.
Y concluyo que todo cuanto me rodea es perfecto.
En este largo y accidentado camino
del duelo, intento llenar la ausencia, con presencia áurea y luminosa.
Milagro alquímico, gracias al amor infinito que
todo lo conquista, hasta la tristeza.
Después que termino de trabajar, saco a pasear
al buen Sancho, medio gruñón, pero mi fiel compañero.
Y me maravillo con el río, las aves, el cielo y
con las sonrisas a distancia que aún quedan en el camino.
Ese gesto que agradezco y que en estos días se
me agiganta como una muestra de solidaridad, de complicidad.
Estamos juntos en esto.
En fin, después de mi paseo, me premio con mi
copa de vino, blanco y lleno de aromas de la tierra, saludo a mi familia o
amigos, o sencillamente veo mi serie de Netflix.
Entonces, después de la pausa, la melodía fresca,
sanadora, como un manantial
Me acuesto a dormir, en mi nuevo mundo íntimo,
que tiene mucho de gentil.
Como bien dijo aquel sabio:
“Quién
mira hacia afuera sueña; quién mira hacia dentro, despierta.”
(Karl Jung)
PS: La semana pasada fue mi cumpleaños, el día 17 de abril, y la verdad, sentí
un abrazo amoroso de mi familia y de mis amigos. Fue un día solitario, pero un día de gracia y luz,
como dice una canción. Me hacía falta.
Gracias!!!!
Un abrazo y a superar estos momentos.
ResponderBorrarGracias Rafael, cuídate mucho!
BorrarUn abrazo grande.
Hola Natalia
ResponderBorrarLa soledad física, la soledad del alma... A mi no me hacía falta, que yo ya soy bastante "interior" jajaja. Pero extraño el salir, sentarme en un local frente a una cerveza, o en la cima de una de mis montañas y contemplar un inmenso paisaje. Pero paciencia...
Un abrazo grande.
Gracias Jorge Roland, yo también estoy entrenada en esto de estar solo, y si, también extraño la cervecita compartida y los abrazos. Te mando uno grande!!
BorrarMuchas felicidades atrasadas por tu cumpleaños. Aquí andamos en el superlativo interior como bien lo dices tú. Y a distancia hemos acercados nuestras sonrisas y la fe olvidada quizá por la perra esa.
ResponderBorrarEspero que sigas sonriendo porque a veces cuando nos vemos tras de los cubre bocas, solo podemos imaginar que aun sabemos sonreír.
Abrazo fraterno Leo.