lunes, 1 de diciembre de 2025

COMEDIA

 


Decidí hacer un crucero por la Grecia continental y sus islas.

Recorrí el Peloponeso, Quíos, Ítaca, Argos, Atenas y junto a esos lugares esplendorosos, también me paseé por su lírica y su prosa.

El viaje duró casi catorce siglos: desde el 800 a. de C. hasta el 529 d. de C, ya entrado el período romano.

Todo esto fue posible gracias a un día de invierno, el primero de esta temporada he de decir, donde no cesó de nevar desde la madrugada hasta la noche.

Mi pasión por cultivar el ocio me condujo a un rincón olvidado de mi biblioteca y allí hallé los cinco tomos del “Consultor Estudiantil: Historia de la Literatura.”

Así comenzó mi periplo griego y confieso que naufragué.

Demasiados lugares, demasiados autores, algunos conocidos para mí como Homero, Esquilo, Sófocles, Leucipo, Heráclito (aquel que dijo que no es posible bañarse dos veces en el mismo río, pues cada instante es agua nueva.)

Otros desconocidos, como Teócrito de Siracusa. Agatárquides de Cnido o Aristarco de Samos.

Pero curiosamente, encontré un hilo conductor que creo no ha cambiado mucho desde el 800 a. de C. hasta nuestros días.

La evolución del espíritu humano es una búsqueda constante, una desesperada necesidad de encontrar respuestas y verdades ante lo que describe un pasaje del libro como “la embrutecida realidad”.

Al final resultó una productiva manera de pasar un día invernal, aunque probablemente se me va a olvidar casi todo lo que leí.

Pero esta travesía trajo a mi memoria algunos personajes que sí recordaba, como Pitágoras de Samos, Tales de Mileto y Platón de Albóndigas.

Risas y disculpen el chiste malo.

Después de todo, los griegos también inventaron el género de la “comedia” (inspirado en las fiestas dionisíacas) y el buen humor siempre estará vigente.

lunes, 24 de noviembre de 2025

SEMILLAS,

 


Si alguien me viera moviendo el potecito de un lado a otro de mi casa, buscando un rayito de luz, pensarían quizás que estoy chiflada.

Así estuve por varias semanas.

Se trataba de unas semillitas de flores que me dieron como regalo de salida en la fiesta de bienvenida de un bebé o Baby Shower. El tema de la celebración era Bebe Floreciendo o Baby in Bloom, una bella manera de simbolizar el gozo del florecer de una nueva vida.

Pido disculpas si me he vuelto reiterativa con el tema infantil en estos días (hija en la dulce espera y nuera recién dada a luz), pero cuando estoy cerca de una mujer embarazada, no puedo evitar recordar aquel poema, Maternidad, del poeta argentino José Pedroni que comienza diciendo:

 

Mujer, en un silencio que me sabrá a ternura,

durante nueve meses crecerá tu cintura…

 

Volviendo a mi matica, las instrucciones en la bolsa de las semillas decían que solo había que ponerlas en tierra, sol y mantenerlas húmedas. Lo de “sol” puede resultar peliagudo en esta época del año en estas latitudes y por eso me la pasé moviendo a la matica de un rincón a otro de mi casa buscando un rayito de sol que le diera directamente.

Pasaban las semanas y nada.

Hasta que el siete de noviembre, el tan esperado bebé nació.

Un día luminoso.

El mismo en que, finalmente, brotaron dos hojitas verdes en mi matero.

Frágiles, pero tenaces, como cada nueva vida que se asoma en este planeta.

Yo seguiré cuidando con devoción a mi matica, dándole todo el calor posible, igual que a esas otras flores, léase nietos, que brotan en la que yo pensaba, equivocadamente, era tierra arrasada.

Y les dejo el final del poema de Pedroni que mi padre recitaba con los ojos cerrados, enfatizando cada sílaba con sus manos bondadosas.

 

Un día, un dulce día, con manso sufrimiento,

te romperás cargada como una rama al viento,

y será el regocijo

de besarte las manos, y de hallar en el hijo

tu misma frente simple, tu boca, tu mirada,

y un poco de mis ojos, un poco, casi nada...

domingo, 9 de noviembre de 2025

Triángulo


 

Matemáticamente es un polígono de tres lados y tres ángulos que suman 180 grados.

El que despertó mi curiosidad esta semana es mucho más interesante.

Explico.

Provengo de una familia musical. En mi casa aquí en Calgary, tengo nuestro tradicional cuatro, guitarra, piano, ukelele, marimba, bongó, maracas, palitos y…. antes de que pierda el aliento: triángulo.

Es un instrumento de percusión metálica que consiste en una varilla de acero de forma triangular con una apertura, que se golpea con una baqueta para producir una nota intensa y característica.

Y este sería el final del tema, si no fuese porque, justamente por esa simplicidad (tanto en diseño y sonido), y yo diría hasta en su humildad musical, me hizo indagar más allá.

Se dice que su origen es turco y fue utilizado por Beethoven, Mozart y Haydn entre otros, para invocar sonidos exóticos en ciertas composiciones.

Otra curiosidad es que es un instrumento “idiófono” que significa que produce sonidos por la vibración de su propio cuerpo, sin usar cuerdas, ni membranas, ni columnas de aire.

Pero lo más impresionante de este sencillo y a la vez complejo instrumento es que posee una gran proyección, lo que permite que sea oído por encima de la orquesta.

Comprenderán ahora que, tras mi investigación, la mesa estaba servida para degustar de una esclarecedora epifanía.

No se impone el que habla más alto, ni el director de la gran orquesta global, el solista o los protagonistas de cualquier cosa, que abundan y se envician pronto con eso que llaman el latiguillo del aplauso.

A veces una nota escondida y precisa, una voz humilde tras bastidores, en el momento adecuado, puede proyectarse por encima del gran ruido existencial y dejarnos con el cuerpo y el alma vibrando.

Creo que muchos, incluyéndome, podríamos beneficiarnos de unas clases del modesto triángulo. Voy a practicar a diario, a ver si aprendo algo.

-        Dimmmmm…

Bien dijo James Barrie, autor de Peter Pan que “la vida es una larga lección de humildad”.

lunes, 3 de noviembre de 2025

PACTOS




Son un compromiso solemne de lado y lado.


Ejemplos hay muchos en la literatura universal.


Fausto (Goethe) que vende su alma a Mefistófeles a cambio de conocimiento y placer.


El Retrato de Dorian Gray (Oscar Wilde) quien pacta con el diablo para que su retrato envejezca en su lugar.


El Lazarillo de Tormes (autor anónimo) una obra española donde el lazarillo hace un pacto con un arcipreste (presbítero) y este a su vez con el diablo.


Hasta Ulises en la Odisea (Homero) pactó para evadir la muerte durante su viaje.


Yo negocio con mis nietos, pacto de abuela, cuando les digo que si se portan bien y se comen toda su comida los premiaré con un postre, (igual se los doy).

Esta semana me tropecé con una cita muy interesante, que dejo para el final, que me invitó a reflexionar sobre mis propios pactos, como algunos que a continuación enumero.

  • ·       Con el silencio, para que me arrulle dulcemente sin aturdir.
  • ·       Con las estrellas, para que siempre me alumbren las presencias que allí habitan.
  • ·       Con el sueño, para que me lleve en sus alas cada noche y me devuelva en paz cada mañana.
  • ·       Con el paso del tiempo, para que dibuje en mi rostro el mapa de una feliz travesía, sin necesidad de bótox.
  • ·       Con la soledad, esa que enseña muchas cosas, o todo, y con quien ya he formalizado ese “pacto honrado” como dice la cita que inspiró esta reflexión.

Y lo dejo hasta ahí para no ponerme cursi, pero ustedes se preguntarán ¿Qué ofrezco yo a cambio de mis propuestas?

Bueno, yo prometo, como mis dulces nietos, portarme bien y comerme toda mi comida.

Espero el Universo sea igualmente generoso y me recompense con mi “postre” sin preguntar mucho.


“El secreto de una buena vejez

es un pacto honrado con la soledad.”

Gabriel García Márquez

lunes, 27 de octubre de 2025

GOLOSINAS

 


Son una dulce forma de nostalgia.

Cuando las encuentro, aquí en Canadá, no me puedo contener.

Esta semana llené un carrito de mercado completo con ellas.

Son las golosinas de mi infancia, allá en Caracas.

Y sí, me declaro golosa.

Todo comenzó con los antojos de mi hija en su primer trimestre de embarazo que nos llevó a almorzar en el mercado latino de Calgary.

Yo lo llamo el mercado de las nostalgias.

Después de un suculento almuerzo amenizado con música caribeña

-salsa, merengue, bachata- ritmos que, no obstante las miradas inquisidoras de mi hija me resultan irresistibles y activan todos los resortes de mi cuerpo, nos fuimos a recorrer las islas del mercado para hacer la compra.

Mi hija, antojada de preparar pabellón criollo (para quien no lo conozca es el plato típico venezolano), llenó el carrito con plátanos, caraotas negras, queso fresco, harina para hacer arepas, además de otros deleites.

Yo por mi parte, todavía bailando por los corredores de la tienda al ritmo de la música de fondo de Juan Luis Guerra, no podía creer mi suerte.

Ante mis ojos desfilaban los Cocosettes, Susys, Cri Cris, Torontos, Pirulines (chucherías muy criollas), bocadillos de guayaba y una que otra cosa salada como tostoncitos y hallaquitas de maíz, además de jugo de parchita y guanábana.

Tanto mi hija como yo satisficimos nuestros respectivos antojos y salimos del mercado complacidas.

Llegué a casa a matar mis nostalgias junto a un buen “marroncito”.

Ese dolor de regresar a lo perdido, según la etimología de la palabra Nostalgia, (del griego: nóstos. regreso, y álgos, dolor) no es tal cuando uno puede darse gusto y atiborrarse, de vez en cuando, de meriendas de infancia y recuerdos de la casa donde crecí al pie del Ávila caraqueño.

Ojalá las nostalgias de las próximas generaciones sean tan divertidas como estas mías y no secas barras de granola, tofu o galletas sin gluten con té verde.

Aunque como dicen, entre gustos y colores…

lunes, 20 de octubre de 2025

Tres Películas

 

 


Hicieron que el tiempo pasara volando, literalmente.

Sucedió en el viaje de casi diez horas que me trajo de vuelta a Calgary desde Barcelona (¡gracias, West Jet!).

La magia del cine no solo me mantuvo distraída mientras estaba allí, confinada en mi asiento (con mi vinito, eso sí), sino que aprendí y encontré algo inspirador en cada una de estas tres historias.

La primera:

 “Everything is going to be great.” (Todo va a estar bien)

Una pareja junto a su dos jóvenes hijos, a pesar de las dificultades económicas, persiguen su sueño de triunfar en el mundo del teatro. Al final cada uno encuentra su propia voz.

La segunda:

Brasilera, “Ainda Estou Aqui” (Todavía estoy aquí).

Narra las vicisitudes de una familia en Rio de Janeiro en los años sesenta/setenta, durante la dictadura militar en Brasil. Una historia de amor y persistencia sobre una madre de cinco hijos, cuyo esposo fue detenido y desaparecido por supuestamente conspirar.

La tercera: “1917”.

Basada en hechos reales, trata de una misión heroica asignada a dos soldados británicos, durante la Primera Guerra Mundial.

Insisto en eso de la magia del cine.

Al menos, por algunas horas se escapa uno de la realidad brutal que a veces asfixia y uno sale reconfortado cuando después de todas las penurias, injusticias, guerra, al final el bien y la verdad triunfan.

Se renueva la idea utópica, que pudiera ser posible un mundo donde valores como la compasión, la fraternidad, el amor puedan finalmente imponerse.

Aterrizamos en Calgary.

El avión y también mis aventuras cinematográficas.

Razón tenía el protagonista de la primera de las películas que repetía a sus hijos en medio de las dificultades financieras que “hay muchas maneras de ser rico”

Viajar, es una de ellas. (Aunque este periplo en particular no fue por razones turísticas)

Bien dicen que viajar es la única actividad donde uno gasta dinero para volverse más rico.

Muy cierto, pero…

¡Qué enorme placer es volver a casa!

Mi verdadera riqueza.

LA COSECHA

 

En el sentido agrícola, es la recolección de frutos y hortalizas.

Bíblicamente, se entiende como alimentar el espíritu de Dios para ganar indulgencias.

Dionisíacamente, es la vendimia, ese momento en el cual las uvas están en su punto de esplendor, para producir los más decadentes vinos.

Se trata de recoger lo que se ha sembrado, y si se tiene suerte, verse recompensado.

Parece fácil, pero como dicen, a veces se siembran vientos y se recogen tempestades.

El tema viene a colación pues el 13 de octubre, celebramos aquí en Canadá nuestra fiesta de Acción de Gracias (Thanksgiving), y su origen es justamente agradecer por la cosecha, en el más amplio sentido de la palabra.

Lo celebré con inmensa gratitud, en familia con mis hijos y nietos (dos en camino) quienes son lo suficientemente valientes para atreverse a probar mi rudimentaria cocina.

Y como siempre, eso de la cosecha me dejó pensando y me generó una pregunta: a estas alturas de la vida, con mis hijos grandes, retirada del mundo corporativo y solitaria profesional ¿qué semillas me quedan por sembrar?

Se me ocurren unas en particular que intento plantar cada día.

Son las semillas de la inspiración.

Esa que riego al despertarme y recojo en algún momento de deleite.

Un poema, una cita inspiradora, un atardecer, un chiste malo, palabras de amor, como cuando mi nieta me dice: Nana, ¡no cantes!

¿Y por qué no?, agradecerles a esos otros que recogieron las uvas para yo disfrutar de una copa de vino.

A estas alturas de la vida, concluyo que los caminos no se imponen, se inspiran. Me reconforta pensar que, el que ahora transito es uno que se labra a sí mismo con esa maleza luminosa y silvestre.

Y si esas espigas danzantes de la inspiración de alguna manera se metieran en las sendas de mis hijos y mis nietos, quizás logre que me recuerden, en vez de por mi regular cocina o desafinadas canciones, como aprendiz de poeta y amante de los chistes malos.

¡Feliz día de acción de Gracias!