lunes, 28 de julio de 2025

NADA

 

Un buen amigo me preguntó:

-        ¿Qué estas leyendo ahora?

Yo le respondí:

-        Nada.

Al final cambiamos el tema y terminamos contándonos chistes malos, pero para completar la idea, les aclaro.

Hace poco me encontraba realmente sin hacer nada y sin nada que leer, valga la redundancia.

Cuando me pasa esto, me asomo a mi biblioteca a ver si encuentro algo interesante, y de repente apareció: “Nada.”

Probablemente ya conocía esta “naditud” pero de los pocos beneficios de la edad, es que todo vuelve a tener el encanto de ser la primera vez.

La verdad fue un extraordinario hallazgo y en breve me sumergí en su “…aire lleno de gritos. La casa llena de ecos, gruñendo como un animal viejo.”

“Nada” es una novela de la escritora catalana Carmen Laforet (1921-2004) La publicó cuando apenas tenía 23 años y se convirtió en un éxito editorial, ganadora del Premio Nadal. La novela denuncia la miseria moral y material de una familia burguesa, en Barcelona, tras la Guerra Civil.

Muy interesante lectura la estoy disfrutando y claro, al final también me hizo reflexionar sobre esa corriente filosófica llamada Nihilismo (del latín nihil, nada) que considera que al final todo se reduce a nada y por lo tanto nada existe y nada importa. (¿? ¿?)

En ese preciso instante de desconcierto, decidí retomar la conversación con mi amigo, explicarle que “Nada” era una novela interesantísima que estaba releyendo, y aclarado el punto, continuamos con nuestra sesión de chistes malos.

Entre ellos este:

-        ¿Qué es algo y nada a la vez?

-        El Pez - dije.

Tras una breve pausa y ganas de llorar por lo malo, nos morimos de la risa.

martes, 22 de julio de 2025

EL BANCO

 


Una frase leída al vuelo y que reservo para el final, me hizo tomar conciencia de mi situación bancaria.

El tema financiero no es mi fuerte, pero esta vez se trataba de ciertas cuentas que hay que cuidar, independientemente de las de dinero, el cual admito que, aunque no conduce a la felicidad, te deja a media cuadra, o al menos eventualmente, calma los nervios.

Esta otra cuenta a la que decidí poner atención es mucho más compleja: es la de mi ánimo.

A veces se encuentra exhausta, otras veces le entran depósitos millonarios, como cuando hay algo que celebrar, un nuevo proyecto creativo, buenas noticias.

En general mi cuenta se encuentra bastante balanceada.

A diario recibo cheques en blanco de la naturaleza, de amaneceres gloriosos, de pelícanos danzando tras mi ventana; o mis nietos dejando sus huellas amorosas (llámese mi caos feliz) después de un fin de semana en mi casa.

Otros intentos de depósito rebotan.

Mi cuenta anímica rechaza cualquier miseria del alma, pero para no meterme en honduras, mencionaré solo una que jamás se convertirá en efectivo: la necedad.

Los mejores depósitos son los que generan risas, ahí los intereses suben al máximo y se multiplica exponencialmente la felicidad.

Lo repito hasta el cansancio, la distancia más corta entre dos personas no es una línea recta, es el sentido del humor.

A propósito de ello, confieso, como mencioné al principio, que la cita que me inspiró esta torpe reflexión proviene de aquel divertido e icónico personaje de Quino, Manolito, quien no se distinguía por ser muy brillante, pero que con estas sabias palabras se reivindicó conmigo.

Dijo Manolito:

“Los cheques de tus burlas no tienen fondos en la cuenta de mi ánimo.”

Se la tengo guardada a mis hijos cuando se rían de mí cuando canto y bailo la bella vida, yo sola por ahí…

viernes, 18 de julio de 2025

MAESTROS

 


La cumpleañera llegó luciendo un vestido vaporoso con un estampado de flores y mariposas.

La felicité con un cariñoso abrazo y ella siguió revoloteando, ingrávida, entre sus invitados.

En verdad no conocía a casi nadie, así que me senté tímidamente a observar la fiesta. La mesa de dulces atrajo de inmediato mi atención. Una gran torta de cumpleaños se alzaba en el medio, acompañada de una variedad de bocados irresistibles.

Me serví un platico lleno de tentaciones y cerré los ojos, deleitándome.

Allí fue cuando algo extraño pasó.

Una gran algarabía me sorprendió. Los convidados al festín me tomaron de las manos y me invitaron a jugar con ellos.

Yo no ofrecí resistencia y me uní a sus alegres canciones y correteos. Sí, súbitamente éramos todos niños.

Llegó el momento de cantar cumpleaños.

Rodeamos a mi amiga y al terminar de entonar el Happy Birthday, salí de mi ensoñación y volví a la realidad, como si en un segundo hubiesen transcurrido 90 años.

Sí, mi bella amiga estaba cumpliendo nueve espléndidas décadas.

Al final regresamos a nuestro verdadero tiempo (y edad), y como dijo Napoleón al contemplar las pirámides de Egipto en su campaña de 1798: Soldados, cuarenta siglos de historia os contemplan…

Pero este otro de mis trances me resultó muy auténtico, pues me encontré con los niños internos en los ojos de quienes entonábamos con admiración, ese feliz cumpleaños atemporal en los noventa abriles de mi amiga.

Como dicen, la edad es solo un número, y qué grato es encontrarnos otra vez como criaturas que solo quieren jugar.

Con la edad viene la sabiduría dicen, pero al final los niños son nuestros verdaderos maestros.