Palau de la Música Catalana, Barcelona |
Hace poco me regalaron un espejo.
No es un espejo cualquiera, como ese otro al cual me asomo de reojo, para que no me asuste el paso de los años.
Este es multidimensional y de altísima definición.
Fue así como lo descubrí.
Me acomodé en mi butaca, se apagaron las luces y se hizo un gran silencio.
En breve comenzaron a aparecer brillos cegadores, reflejos de bronce, vientos de los bosques de Viena, sombras y claros de luna.
Un ruiseñor canta a lo lejos.
En mi espejo pude ver reflejados glorias y miserias; pasiones y furias; venganzas, dolores y pérdidas.
Amor, ternuras…
Todo ello transformado en gran belleza.
Andantes, fortes, pianos, pianissimos.
Allegro Maestoso.
Luego de dos horas, se encendieron las luces del magnífico auditorio y estallaron los aplausos.
Y es que hace poco le escuché decir al director Semyon Bychkov en una entrevista:
“La música es el espejo de la vida, viene de la vida, es la vida…”
Yo volví a mirarme en ese grandioso espejo y me reconocí…
Hola Natalia.
ResponderBorrarEntonces para mi la música sería un calidoscopio. Y... una de cosas que me gusta es lo que nos conecta a los recuerdos.
Un abrazote.
Un caleidoscopio!! Me encanta esa propuesta musical!
BorrarAbrazote estimado Roland!