Mi
hora de almuerzo es una Torre de Babel.
Ese
lugar bíblico en el cual se dice que comenzó la difusión de las lenguas y se inició
la confusión.
Y es que,
al mediodía, al salir de mi silenciosa oficina, el mundo ruge en varios
idiomas: Inglés, Español, Ruso, Chino, Hindi, Filipino, Rumano, Búlgaro,
Nepalí.
Eso es
Canadá.
Un
país multilingüe donde todos nos entendemos razonablemente bien.
Volviendo
al punto.
El
mundo es un lugar ruidoso.
Mi
mente a veces es un lugar ruidoso.
Pero
en general mi vida transcurre en el Planeta Silencio.
En mi
casa a veces sólo se escucha el tic tac del reloj, el sonido de la calefacción y
los ronquidos de Sancho.
Otras
veces, incluso dentro de la multitud, escucho la “soledad concurrida” del poeta
(Mario Benedetti)
Esa
soledad que ha aprendido a acomodarse entrañablemente dentro de mi cuerpo.
Yo y
mi historia de amor, en silencio.
Siempre,
no sólo ahora que me toca, he pensado que el que aprende a estar solo, ya aprendió
todo en la vida.
La soledad
es el territorio de las nostalgias.
El silencio
es territorio del amor.
Ambos son
territorios de Dios.
Como me
lo dijo una de mis escritoras favoritas, Rosa Montero.
“La
vida es un pequeño espacio de luz entre dos nostalgias.”
Rosa Montero
Rosa Montero
Todos vivimos una "torre de babel" parecida, no creas...
ResponderBorrarUn abrazo.
Así es Rafael.
BorrarUn abrazo grande!