lunes, 15 de agosto de 2016

CITIUS ALTIUS FORTIUS


La poética del deporte se apodera del mundo por dos semanas.

Su estética es poderosa.

Es arte hecho músculo, nervios, tendones.

Cuerpo y  mente, en intangible armonía.

Lágrimas, euforia, risas, frustración, desaliento, triunfo.

La perfección y el deseo.

Más rápido, más alto, más fuerte.

Y yo pegada a la televisión,  celebrando las medallas de mi país adoptivo: Canadá; Gran Bretaña, por lealtad a mi esposo, y por supuesto, Venezuela, el país de mis afectos y de mis recuerdos.

Y mientras tanto, como siempre y como el resto de la humanidad, entrenando cada día,  para mi olimpiada particular.

Deportes cotidianos de alto riesgo.

Conversaciones con el jefe.

Waterpolo con granadas.

Estirar el sueldo y las finanzas.

Esquí acuático en el Salto Ángel.

Lidiar con personas difíciles.

Natación con tiburones.

Golpes, frustraciones, moretones.

Salto de garrocha sin colchón.

No importa.

Lo importante es mantener la llama encendida.

Citius Altius Fortius