domingo, 23 de diciembre de 2012

QUIETUD


Me voy en un barco.

Y a propósito de las embarcaciones, me acordé de una conversación muy original que tuve con un muy querido amigo.

-      Mi papa está en un crucero con mi hermano – me dijo hace tiempo.

-      ¿En el Caribe? - pregunté ingenuamente.

-      No, no… en el lugar ese lleno de cruces.

Mi amigo es un irreverente, claro se refería al cementerio, un crucero (muchas cruces, por si acaso). No pude sino reírme, como hago cada vez que nos vemos, no importa en qué circunstancia.

Espero no irme todavía a ese crucero, sino a uno de verdad. Una experiencia geriátrica de lo más agradable y merecida porque trabajé mucho este año.

Por eso, creo que esta es mi última entrega del 2012 y por ello quiero dejarles un agradecimiento y mi reflexión de Navidad.

AGRADECIMIENTO

Gracias a mis incautos lectores.  Espero haberlos honrado con mis sencillas reflexiones.

Como dice Cervantes en las lecturas preliminares del Quijote, y que considero la mejor lección para un aprendiz de escritor como yo;  lo que más quisiera,  aunque es demasiado pedir, lo sé, sería que:

El melancólico se mueva a risa, el risueño la acreciente, el simple no se enfade, el discreto se admire de la invención, el grave no la desprecie, ni el prudente deje de alabarla.”

Si logré una milésima parte de todo eso, me doy por bien servida.

MENSAJE DE NAVIDAD

Antes, la Navidad en mi casa de Altamira era un festín de familia,  una mesa de abundancia, en el sentido más amplio de la palabra.

Desde hace algunos años, mi Navidad cambió de paisaje, de volumen, de lugar.

 Antes concurrida, ahora solitaria; antes bulliciosa ahora tranquila; antes tropical, ahora helada y blanca. Antes en la casa grande y habitada, ahora en la quietud de mi espíritu.

Pero es curioso, la abundancia en la mesa, y en el corazón,  es la misma.

Este año pasaré mi Navidad con mi esposo, mi hijo Santiago, y el buen Sancho.

Será una fiesta resplandeciente.

¡Feliz Navidad!

jueves, 20 de diciembre de 2012

SECRETOS


El otro día, por accidente, bebí  de la copa de otra persona. Esto, en mi país, significa que voy a conocer sus secretos.


Me hice la sueca y para no entrar en detalles, me apropié de esa copa ajena, total estabamos en familia.
Entonces, algo extraño sucedió.
La palabra secreto, con su cinta de seda y su sello de silencio, en toda su poética y vastedad,  se quedó flotando conmigo, por el resto de la velada.
La fiesta transcurría amablemente, y yo, sin que nadie se percatara, transitaba mis pasajes ocultos; túneles, donde las esmeraldas se incrustan en las rocas; laberintos donde resuenan, burbujas, fuentes y olas. Murmullos: el críptico lenguaje del agua, cambiante siempre.
Copa ajena en mano, disimuladamente, vagué por ahí, por la fiesta y  por esos pasadizos llenos de ecos antiguos; dando traspiés, a tientas en la oscuridad, hasta que  llegué a un lugar.  
Una bóveda inmensa sonora y muda, como  una campana  transparente, donde el vacío estaba forjado en hierro.
Comprendí que había llegado a un lugar donde prevalecia el silencio mas absoluto. El lugar donde habitan todos los secretos.
Me pareció reconocer vestigios de música, de viento, de palabras, de galaxias,  pedazos del silencio de Dios.
Y  así como el murmullo del  mar es imposible de descifrar, regresé a la copa ajena, al jolgorio.
Saboreé con placer la última gota de vino.
Los secretos saben a higos con un dejo de vainilla.
Creo que la fiesta estuvo buena.



martes, 11 de diciembre de 2012

FRÁGIL


Recibí un regalo “Frágil”.

¡Qué casualidad!, un presente alineado con mis sentimientos,  pues últimamente me he sentido así: frágil.

Como si el mundo, tal y como lo concibo, se pudiera quebrar a mis pies en cualquier momento y junto con él, el universo entero.  

“Frágil”, así decía la etiqueta, en grandes letras,  y sin embargo, la caja de cartón se veía un poco maltrecha. Como que nadie había hecho caso a la advertencia.

Me intrigó sobremanera este misterioso obsequio, que además, no tenía remitente y cuyo peso era considerable. Para ser tan delicado, este paquete parecía contener una pequeña galaxia.

A juzgar por lo golpeado del bulto, la pieza de cristal o porcelana, probablemente,  no habría sobrevivido al viaje.

El cristal es quebradizo y a veces se rompe, como  las ilusiones, como los sentimientos.

Con mucho cuidado, cosa que me es difícil, porque soy torpe y tosca, y tengo lo que en mi familia llaman “mano de tigre” comencé a desenvolver infinitas capas de burbujitas.

Mientras lo hacía, pensé en todas las fragilidades de mi vida. La más importante, precisamente esa, la vida, la mía y la de los que más quiero. La que pende, para todos, de un delgado hilo de plata.

Cuando llegué a la última capa de embalaje, recordé un detalle.

Hace  varios meses encargué un filtro de agua para la nevera.  

Efectivamente. Saqué el prosaico objeto de la caja, entre decepcionada y contenta.

Confieso que no pude contener las risas, por la gravedad de mis pensamientos comparado con lo ordinario del objeto y porque lo único que quedó demostrado fue la fragilidad de mi memoria.

Al final concluí que, si el insípido filtro sobrevivió el trayecto, espero fervorosamente que el resto de mis fragilidades, aunque golpeadas, también resistan este fascinante  tránsito.. la vida… sin percance.

martes, 4 de diciembre de 2012

LA PIEL DE LAS PALABRAS

Hoy, caminando por el pasillo desnudo que conduce a la penitenciaria, perdón, a  la oficina, tuve un encuentro cercano con el arte, o más bien, con la falta del mismo.

Y es que el edificio donde trabajo tiene una fachada muy arquitectónica  por fuera, pero por dentro,  es un  laberinto de soledad.

No hay nada en las paredes, ni un cuadrito, un paisajito, un retratico, una fuente,  que recuerde que uno es humano, que la vida es corta y el arte es largo;  a excepción  claro, de las estaciones de reciclaje (orgánico, con olor incluido)  que han colocado en todos los rincones de la oficina.  

La iniciativa seria muy loable, si no fuera porque es para certificarse y pagar menos impuestos,  a costa de la contaminación visual y olfativa de los empleados y sobre todo, un tipo de polución incluso más grave, la del alma.

Entonces, en ese breve tránsito, hacia mi oficina, por los pasillos arrasados de humanidad y los monstruosos pipotes de basura, sentí que mi piel, como las paredes, estaba resquebrajada y seca.

Por instinto, al llegar a mi despacho me volqué un pote de crema en las manos, en los brazos, como si con eso pudiera combatir esa resequedad del alma.

Al llegar a mi casa, corrí desaforadamente a fugarme a los libros, a  humectarme con un fresco aguacero de colores, de imágenes, de palabras, de poesía.

El arte es piel.

-      Maestro – dijo el discípulo a Miguel Ángel cuando cincelaba un glorioso cuerpo en el    mármol – ¿Cómo sabe cuando detenerse?
-        Cuando toco la piel.

sábado, 1 de diciembre de 2012

HERMANO





Fotografia de mi hipertalentosa amiga Mariolga Gomez. Gracias!
 
Comienza otro diciembre con el recuerdo de mi hermano que nos dejó sorpresivamente hace seis años. Es él, un insigne colaborador y lector de este blog. A veces pienso que ya se me acabaron sus salidas geniales, y siempre me viene otra a la mente. Su originalidad, fineza intelectual e inteligente humor, son inagotables. Este poema lo escribí hace cinco años, en su primer aniversario.
Lo comparto en un día como hoy, cuando más que nunca, lo extraño.

Soy despistada
Y hay un mínimo instante
De gozo en mis olvidos
Un pequeño delirio
Una ventana
Un sueño
En los libros que quiero prestarle
Olvido…
En las risas del chiste
Que voy a contarle
Olvido…
Los sabores festivos
También me hacen olvidar
El ingenio y todo
Cuanto hay de interés en el mundo
Y que quiero compartir
Es razón de un despiste
Y olvido…
Pero también pasa que
Que en apenas segundos
Recuerdo…
Mi hermano grande ya no está
Recuerdo…
Ya no necesita chistes
Ni recetas, ni condimentos
No le hace falta
Él ya está en un lugar donde habitan
Todas las risas
Estará en el espacio denso
Asombrado de  respuestas
Después como siempre
Despierto…
Tal vez es esa tu voz,
hermano:
Mis pequeños olvidos
Donde cada día de mi vida
Te recuerdo
 Querido Rafael