martes, 27 de septiembre de 2011

En el fondo de una vieja cartera, vive un enanito


Érase una vez un enanito que vivía en el fondo de una cartera vieja y que solía tocar un cornetín de cristal.  El hombrecillo estuvo durmiendo por más de veinte anos y un buen día despertó.

Lo que voy a narrar a continuación probablemente sea producto del alcohol, después de un encantador viaje por la Rocky Mountains con mi  esposo y mi suegra.

El alcohol es la piedra angular de las relaciones humanas. He llegado a esa conclusión, después de esta semana. Como decía mi hermano, que en paz descanse, más vale ser borracho conocido que alcohólico anónimo. Mi esposo y yo, ya no nos queda más remedio que admitirlo. Si la definición para serlo es tomar todos los días ( moderadamente aún), pues sí, somos borrachos, aparte que los alcohólicos asisten a reuniones y nosotros no.

Mis despertares son sobrios en el sentido de la parquedad, no soy, como dirían aquí, “morning person”. De siete a diez de la mañana me comunico con frases cortas, preferiblemente de una palabra, máximo dos: Good Morning.

Con la visita de mi suegra, eso tuvo que cambiar y tuve que hacer esfuerzos para  que mis mañanas fueran un poco mas efusivas. Mi suegra es alemana, yo venezolana, nos entendemos en ingles,  pero igual, nuestra comunicación es como una carrera de obstáculos idiomáticos, de acentos y con el conflicto de los celos en el cerebro límbico, que por definición dificulta la relación suegra-nuera . Mi esposo apenas contribuye con la conversación con ahha’s o good. El también es hombre de pocas palabras, en general.

En las tarde-noches todo cambia. Después de dos gin tonics ( ella a sus 85 años) y yo un par de copas de vino, somos una combinación de castañuela con cascabeles, y conversamos, nos reímos, disfrutamos, damos traspiés al levantarnos. Mi esposo se contenta.

Ver la alegría en sus ojos, me conmueve y me llena de ternura.

Pero la historia que quiero narrar comenzó hace unos días, cuando mi suegra me preguntó si podría prestarle una cartera de viaje, pues la suya era muy pequeña.  Salí corriendo al closet y saqué del fondo unas ocho carteras para que eligiera. Para mi sorpresa, la que le gustó fue una cartera negra de piel muy suave, que tenia muchísimos años sin uso. Se vino con mi closet en la mudanza a Canadá y por alguna razón, que hoy comienzo a entender, la conservo hasta hoy. 

En fin, así comienza esta historia.

Antes de darle la cartera, le quité el polvo, la sacudí por dentro y cosa extraña, recordé la historia del Cornetín Perdido, un cuento que escribí en 1990.  En resumen, la historia es la siguiente: en aquel entonces, cuando mi hijo S, tenia unos cuatro años, amaneció un día diciendo que un enanito le había dicho que se le había perdido su cornetín y que sin él, ya nunca más habría golosinas y dulces en mi cartera, pues cuando el tocaba el cornetín, las mamas sucumbían a la tentación de comprarles a los niños  todo lo que ellos querían. Yo creí que S. lo había soñado, pero lo regañe porque había regado por el suelo todas las cosas de mi cartera, diciendo que había sido el enanito buscando su cornetín.

Sí…., la misma cartera que hoy le presté a mi suegra, créanlo o no. En fin, antes de dársela, me aseguré concienzudamente que estaba completamente limpia y vacía. No sé si inconscientemente estaba buscando entre los pliegues o bolsillos, alguna señal de este misterioso hombrecillo y su cornetín.

Así partimos alegremente a nuestro paseo. El día 22 de Septiembre celebraríamos el cumpleaños de mi suegra, en uno de los lugares más bellos de la Tierra: Emerald Lake, British Columbia.

Y así fue. Pero ese día, poco antes de subir al desayuno y preparándome para otro acostumbrado bloque de silencio incómodo, caminé hacia el borde del lago.

Emerald Lake es un lugar donde los pinos se murmuran secretos entre si, un bosque encantado que rodea un lago, que como bien dice su nombre, es como una esmeralda gigante llena de jardines, imágenes y reflejos.   Por un momento tuve la sensación de que estaba dentro del más hermoso de los mundos.

Allí fue cuando lo vi, lo juro, lavándose la cara en el agua clara, desperezándose, como si estuviera despertando de un sueño muy largo y profundo. No solo lo vi sino que me habló, en un idioma que no reconocí, pero que igual comprendí, una especie de lenguaje de los insectos.  Me quedé muda y petrificada y entonces, el enanito saco su cornetín diminuto, que parecía cristal, y lo tocó dando una nota tan aguda que  me ensordeció. En medio de mi sordera, lo vi corriendo, brincando de hoja en hoja, hasta que desapareció de mi vista.

De pronto escuché mi nombre. Mi esposo y mi suegra me esperaban para ir a desayunar.  Allí comencé a narrarles lo que había visto. Entre bocado y bocado, les conté del hombrecillo del cornetín, de cómo lo vi en el lago, les conté  la historia que escribí hace más de veinte años. No podía parar de hablar. Mi esposo me dijo en secreto : “in what moment you got drunk?”  Pero juro que no había tocado una gota de alcohol a las nueve de la mañana.

De la silla de mi suegra colgaba, inocentemente, la cartera negra. Yo la mire concienzudamente. En algún momento me pareció ver un breve destello.

El desayuno transcurrió espléndidamente, igual que el resto de nuestro tiempo por las montañas, no importa si desayuno, meriendas o cenas; con o sin alcohol.

Al llegar a la casa, mi suegra me devolvió la cartera, misión cumplida. Cuando la abrí, vi que ella me había dejado una caja de chocolates con una nota de agradecimiento.

El enanito del cornetín, otra vez haciendo de las suyas. Es mi momento mágico de la semana.

Transcribo la versión en ingles del cuento que escribí hace 21 años. ( no consigo la versión en español)



THE LOST CORNET


Santiago awoke talking very excitedly. Words drowned in the whirl of ideas he wanted to express. His enormous eyes framed by very long eyelashes, sent little sparks. I wasn’t paying him a lot of attention because I was looking for my handbag.
-    Where did I put  it? – I thought out loud.
-    Mommy, the little dwarf...he...he lost his cornet...he told me... – stammered Santiago.
Finally I found my handbag, it was in the child’s room and with all my things spread on the floor.
-    Let’s go Santiago, we will be late for school – I said while I picked up my things.
-    Mommy, the little dwarf...- Santiago couldn’t stop saying.
In the middle of his chattering, I scolded him for having inspected my handbag and its contents. During the ride to school, Santiago was still trying to tell me his story, so I decided finally, to listen to him.
-    Look Mom, last night, I woke up and saw the little dwarf taking the things out of your handbag. I wasn’t scared because little dwarfs are good in stories, he spoke to me and told me that he was looking for his cornet because he had lost it. He said he was very sad because now he wouldn’t be able to make sweets and candies appear in your handbag.  He explained that he lived in your handbag and that in every mother’s handbag there’s another like him, who, when they played their cornets, surprises and candies appear and Mommy, I want the cornet to appear so surprises will also...
Santiago’s story caught my attention, not because I thought it was real, for sure he must have dreamed it, but I suddenly discovered that really, mother’s handbags have something special. I, myself, can’t resist the desire to inspect my mother’s, and it’s true, there is always a surprise: a candy, a chocolate, like a magic hat, those where doves and rabbits appear.
-    Come on Mommy, let’s help the little dwarf to find his cornet....-insisted Santiago.
-    Yes, Santi...yes...- I told him a little tired but, nevertheless, fascinated with the story.
-    Now Mom...please... – he continued.
We arrived at school and Santiago said goodbye with his eyes almost overflowing with tears.
-    He is taking this seriously – I thought.

My daily activities absorbed me completely making me forget about the dwarf and his horn. After finishing all my things, I went to my mother’s house for a minute. I sat down, as always, at the kitchen table to have a coffee with her. While I was drinking my coffee I realised that my mother’s handbag was there, tempting me. I finished my coffee and I could not resist, I opened the handbag and I started to search inside:  paper, wallet, cheque book, lipstick, and suddenly, there it was... a delicious piece of chocolate. I ate it immediately and kept searching. What a strange pleasure! Just as when I was a girl, as if some kind of intuition murmured to me that something very interesting can always be found inside. Then, it happened, in the last hidden corner of the bag, my fingers fumbled with a tiny object. I couldn’t identify it by touch so I took it out. It was a kind of little crystal horn, smaller than the nail on my little finger, could have been a toy but it looked more like a jewel. I was so impressed that I asked my mother what  it was. Her answer was even more disturbing: She had not the slightest idea of what it was and less how or where it came from. I decided to keep it in the inside pocket of my handbag.

I noticed my watch and realised it was time to pick Santiago up from school; I remembered his sad tearful eyes, his enormous eyelashes containing the immense tear drops. I don’t know what kind of an impulse I had but I decided to make a brief stop in the market before going to school. I filled up my handbag with cookies, chocolates and candies, I even bought the red car he had been asking for all week.

When Santiago climbed into the car, the first thing he did was to inspect my handbag. His face shone when he saw all the sweets and screamed for joy when he saw the red car. I was as happy as he was.
Next day, Santiago woke up again chattering with excitement.

-    Mommy...he found it...the little dwarf found his cornet... he found it...he found it. He told me last night... he told me he was very happy because he was able to do his work again... I saw him Mom....
-    Cornet? – I thought. I remembered the tiny little object that I had kept in my handbag. I looked for it in the inside pocket. It wasn’t there, I swear I put it there. I emptied my handbag... nothing.

-    Santiago, tell me, what did this dwarf’s cornet look like?  - I asked completely intrigued.
Santiago’s description couldn’t be more precise. There was no doubt, it was the same object I had kept, but, how? He hadn’t even seen it...

Since then, a surprise is never missing from my handbag, also for Santiago’s sister. I love to see them happy. Every time I remember the story of the little dwarf that lives in mother’s handbags, I laugh and shiver at the same time. Children’s fantasy is unlimited, wisdom is too...


( I finished writing this story the 2nd of June 1990, almost ten years ago. Maybe the little dwarf is playing again and made me remember it today, May 29th almost 30th, 2000)

And now, September  27th, 2011, the little dwarf did it gain!!!


miércoles, 14 de septiembre de 2011

Magia Desmenuzable o Pastel de Pollo

Gran parte del sábado por la tarde la pasé desmenuzando pechugas de pollo (parecían como doscientas) y disculpen este comienzo tan prosaico. El fin último era hacer un Chupe (con el consomé con  que se cocinan las pechugas) y un Pastel de Pollo, ambos platos muy Caraqueños (aunque el primero inspirado en el peruano). Para mí, una neófita de la cocina, elaborar esos dos platos es como construir una Catedral.

Yo en general cocino sin receta, con lo que consiga por ahí, y casi siempre en diez minutos. A veces la pego, como decimos en Venezuela, otras no tanto. Mi esposo no se queja, no sé si por miedo o por cortesía. El caso es que me embarqué en esta aventura gastronómica con un objetivo final muy noble. Los estaba cocinando para ofrecérselos a mi suegra que nos viene a visitar esta semana, procedente de Inglaterra.

En fin, entre el trabajo,  la limpieza y la cocina, no tuve tiempo para pensar en nada más, menos aún en algo relativamente mágico para mi blog,  aunque, pensándolo bien, si la magia es relativa, ya no es magia. Posiblemente, lo que viene a continuación fue tan solo un truco desesperado de mi mente tratando de buscar algún encanto, en la tarea titánica que tenía por delante. La cocina venezolana tradicional fue inventada en la época de la esclavitud, con una tropa de gente cortando, picando, desmenuzando, amasando, pelando, etc. No es mi caso.

Ya cuando iba por la quinta pechuga de pollo, comencé  a internalizar de otra manera la acción de desmenuzar.  Yo reto a cualquier persona que pregunte  a otra el significado de la palabra desmenuzar sin utilizar las manos. De hecho se lo comenté a mi esposo y lo constató. Es casi imposible.  En ingles la palabra shred, se parece, pero no es tan descriptiva. Desmenuzar es un verbo visual, un acto acompasado y silencioso, donde se siente, en la punta de los dedos, la substancia íntima, la materia intangible de las cosas. Todavía no se ha inventado, que yo sepa un electrodoméstico que cumpla esta función, un desmenuzador.  Es un trabajo muy artesanal, con lo cual se coloca muy cercano al arte.

En medio de esta reflexión y viendo la montaña de pechugas que todavía tenia por delante, se me ocurrió pensar en las posibles cosas que se podrían desmenuzar. 

Por ejemplo, se puede desmenuzar un problema, dividirlo en partes menudas, menos complejas. Tal vez uno termine con las manos llenas de soluciones.

Se puede desmenuzar una idea,  y convertirla  en minuciosas ideitas dentro de las ideas.  Al final, quedan las manos ansiosas de posibilidades.

Ya entonces no pude parar y  en el  estado catatónico de convertir el pollo en finezas, me metí en pensamientos más audaces.

Me imaginé como seria desmenuzar la noche y preparar un pastel relleno de firmamento.

O desmenuzar un atardecer, y quedar con los dedos manchados de anaranjados y violetas y sacudirse el polvo de las nubes.

O desmenuzar una alegría y quedar como mi hija cuando hacia polvorosas, con risa en las manos.

O desmenuzar  el aire y  conocer la textura del viento.

O desmenuzar el tiempo en hilachas de minutos y segundos, hasta tocar su hueso.

O desmenuzar una tristeza y terminar con las manos empapadas en lágrimas pero sintiendo en las yemas de los dedos, la proximidad del consuelo.

Cuando volví en mí me di cuenta que había terminado con las pechugas. 

Tenia aún la tarea de pelar un pocotón de papas, las cuales no me dijeron nada en verdad, porque mi pensamiento estaba en el verbo desmenuzar y no pelar. Al menos terminé la base del Chupe y lo congelé. 

Todo esto sucedió el sábado. Desde entonces, he tenido el verbo desmenuzar en mi mente y he pensado en miles de cosas insólitas y desmenuzables. No sigo porque no quiero abusar.  

Hoy me decidí a confesar esta absurda y altamente desmenuzable obsesión, quizás porque acabo de terminar el último paso del Pastel de Pollo ( o de Polvorosa como también lo llamamos): hacer la masa de textura porosa y deleznable, para después  rellenarlo con el guiso de pollo desmenuzado, preparado con aceitunas, pasitas, alcaparras,  ají dulce (que aquí no sabe a nada, pero  ni  modo) , vino dulce (le puse Ice Wine a falta de Sagrada Familia) , cubrirlo con masa y meterlo al horno.

Igual que me ocurre con la cocina diaria, la cual resuelvo con lo que consiga por ahí en la nevera y en la despensa. Creo que con mis momentos mágicos ocurre lo mismo. Algo  me sale con lo que tenga a la mano, a veces con éxito, otros no tanto. No sé si este es el primero o el ultimo caso, pero por lo pronto hoy cumplí mi meta y  construí mi Catedral. 

Vamos a ver si mi suegra la aprueba.



  

jueves, 8 de septiembre de 2011

Un Vacío muy Pleno


Dicen que uno no puede escribir en internet nada que avergüence a la familia o a al jefe. Mi momento mágico de esta semana, probablemente me causaría problemas en el trabajo, de saberse, pero mis jefes no entienden español, los que me conocen saben que erré la profesión y que, aunque le tengo  gran respeto a mi carrera y agradezco mi trabajo de oficina, no es la razón fundamental de mi existir. Así que, con el perdón de mi jefe, aquí va mi momento mágico de esta semana laboral.

La norma número uno de la oficina es nunca caminar a ninguna parte sin un cuaderno, carpeta o papel en la mano.  Eso contribuye con la ilusión de que uno tiene un destino de trabajo, de que uno está ocupada yendo o viniendo de alguna reunión importante. Yo me la paso  siempre con mi cuadernito, como un apéndice corporativo, adonde quiera que vaya.

Cada vez que voy a una reunión,  abro mi cuaderno en una página fresca, anoto la fecha y el título de la reunión, por ejemplo: Schedule Review, o  Contracts Meeting. Hecho esto,  el resto del tiempo trato de mantenerme despierta y tomar nota de las cosas que tengo que hacer, acciones, asuntos pendientes,  etc. Al menos eso creía yo que hacía.

Ayer, como es normal, me fui con mi cuaderno a otra reunión. He pasado por muchas fases de aprendizaje sobre el comportamiento en reuniones, desde ser completamente muda, hasta interrumpir todo el tiempo (digo,  y probablemente lo leí en alguna parte, que, no es que yo interrumpa sino que la gente sigue hablando mientras estoy interrumpiendo). Por fin he llegado a un equilibrio y he aprendido, finalmente, a no hablar sino lo necesario. Como  leí en el periódico, mi fuente de buenas frases, es muy fácil ser sabio, solo hay que pensar en algo tonto que decir, y no decirlo.

En fin, cuando abrí mi cuaderno, me di cuenta que era la última página fresca disponible, así que tendría que  pasar después, inmediatamente, a buscar uno nuevo. Como siempre, anoté la fecha y el titulo de la reunión, y puse mi mejor business face, bolígrafo en mano, para tomar mis notas. Repito, al menos eso creía yo.

Terminó la reunión, busqué un cuaderno nuevo en Office Services,( para no andar desarmada en la oficina) y me dispuse a guardar en el archivo el cuaderno viejo. Por alguna razón,  tuve el impulso de hojearlo antes.

Aquí viene lo insólito de la historia: abanicando las hojas me di cuenta que había llenado un cuaderno entero con solamente  fechas y  títulos,  el resto de cada hoja estaba virginalmente en blanco. Páginas tras páginas, luminosamente vacías hasta la saciedad.  En otras palabras, un vació muy pleno.

Me reí un rato y guardé mi cuaderno complacida. No sé si me faltó algo por no escribir, pero creo que el vacío lo comprendía todo con sorprendente exactitud. Un sumario ejecutivo muy preciso del estado de mi alma y de mis horas en todas esas tediosas reuniones. Lo guardaré celosamente para futuras referencias.

En verdad no sé cómo me las arreglo para ser razonablemente funcional en mi trabajo, con todas estas horas de ensoñación que me distraen constantemente.

Hace muchísimo tiempo escribí una historia similar a esta llamada la “Minuta de Reunión”. En aquella historia me nombraron la encargada de tomar la minuta y hicieron tanto énfasis en que tenía que anotar lo importante, que se me distorsionó el concepto de importante y terminé escribiendo sobre el color de la  corbata de uno, los ojos tristes de otro, todo lo que me pareció realmente importante. Esta historia es bastante parecida, pero en todo caso, me estoy plagiando a mi misma.

Lo único que puedo concluir es que, en todos estos años, no he cambiado nada.

lunes, 5 de septiembre de 2011

Recuerdo Líquido


Decidí cambiarme el nombre y he aquí por qué: 

Mi blog es poco concurrido, apenas comienzo y no conozco mucho la herramienta, pero al final no me extraña, pues mi vida en general,  es poco concurrida y  todo lo que uno hace es reflejo de uno mismo. 

Lo  más  emocionante que me puede pasar es abrir mi mail y tener  un comentario, y cuando eso pasa, hago una fiesta. Esta es la historia de cómo un solitario comentario que recibí en mi “hasta mañana con sabor a pera”, me llevó a tomar esta decisión de cambiarme el nombre.

En mi perfil menciono que mi “casi nombre” es Natalia. Por cierto, esto del “almost name” lo leí por casualidad hojeando un libro, mientras esperaba en la cola del automercado. El libro se llama “ The Book of Awesome” un best seller, razón más que suficiente para no comprarlo, pero esta vez, la página que abrí al azar, mencionaba como “awesome” lo del “almost name”, así que coleé el libro entre mis víveres. Yo inmediatamente pensé en el  mío: Natalia.

Mi mama me contaba que cuando estaba embarazada de mí (la sexta), siempre pensó que si era niña, me llamaría Natalia. También me decía que, cuando yo nací, mientras ella aún estaba sumida en ese dulce estado hipnótico que ocurre después de dar a luz, una buena amiga, llamada La Nena, le murmuró al oído: Llegó Natalia.

Lo que pasó después  de mi nacimiento fue una severa descoordinación. Me cambiaron el nombre y  la fecha de nacimiento. Al final, ni lo uno, ni lo otro me ha molestado mucho. Leonor es un nombre muy sonoro y bello y aparentemente fue en honor de una persona llena de bondad y tener dos cumpleaños es hasta divertido. Mi esposo dice que soy “like the Queen” la única persona que conoce, aparte de mí,  con dos cumpleaños.

Aquí en Canadá soy “Líonorrrr”, o “Liona”, o “Lenore”  o Leo, como me llaman algunos, igual que a mi hija.  Para mi esposo soy Leo, o "lovely one" y eso me gusta.

Pero para resumir esta historia, vuelvo al solitario comentario de mi blog.

Temprano, con mi café de la mañana, abrí mi mail y cosa extraña, tenia un comentario en  mi blog. Lo abrí emocionada y leí: Natalia……..

Tuve un breve instante de desconcierto, ¿quién es Natalia?, me dije. Y después, como quien arroja una piedra en un agua tranquila, me tocaron las ondas concéntricas de esa voz.  Como si ese nombre resonara desde un lugar acuoso, desde un espacio íntimo, un espacio del alma. Natalia... un murmullo, un recuerdo líquido, distante y cristalino.
Entonces me reconocí. Natalia soy yo.

Acto seguido, cambié el nombre en mi perfil, ahora soy Natalia H Fontijn. A cierta edad uno puede darse el lujo de tener alguna extravagancia. En la Calle del Eco, puedo ser quien yo quiera.

Tarde, pero exquisitamente a tiempo, cincuenta años después:
Llegó Natalia…

jueves, 1 de septiembre de 2011

Un "hasta mañana" que me supo a pera

Un "hasta mañana" que me supo a pera.

A veces, durante la semana, pienso que he perdido mis poderes mágicos, por llamarlos de alguna forma; o que la magia está durmiendo una siesta  prolongada; o  que se cansó de  mi rutina y se mudó a otro lugar más interesante.  Yo siempre he dicho, que en Calgary no hay fantasmas, porque ningún fantasma que se precie, puede vivir en estas casas hechas de cartón y material aislante, muy  lindas y confortables en el invierno, eso sí, pero nada embrujadas.

 Yo dejo que los encantamientos me abandonen por un tiempo, pero no demasiado, porque sino, la realidad me cubre  de gris y comienzo a verlo todo gris, la calle, las casas, las personas, el mundo entero.  Esta semana me estaba ya preocupando porque nada parecía interesarme. Una amiga me dijo que tenia cara de cansancio. Signo característico de que la rutina, el trabajo, la oficina,  me están destiñendo y estrujando, para dejarme como un trapo gastado.

 Así que llegué a la casa dispuesta a invocar la magia. Con una página en blanco en la mente, decidí sentarme a escribir, a ver si se me ocurría algo. Pero en mi página mental sólo había números, histogramas, reportes y todas esas cosas aburridas. 

Me serví mi copa de vino para despertar a las musas, pero, nada. Me dediqué a hojear algunos libros buscando inspiración. Nada. Entonces, de esa misma naditud, surgió  la magia y me cubrió hasta los pies, literalmente.

Resulta que me dio frío, es la época en que uno no sabe si prender la calefacción o no y obviamente no estaba conectada.   Me dio flojera subir a buscar un suéter, y lo que conseguí a la mano fue una cobija  negra con mangas que le regalaron a mi hijo, una cosa que aquí llaman “snuggle” o algo así, muy rica y calientita. Se estaba tan bien en ella, que, después de que claudiqué en mis intentos de escribir algo mágico, me la dejé encima y subí a preparar la cena. 

Cuando mi esposo me vio deambulando por la casa con esa cobija negra larguísima, que él llamó “cloak”,  me dijo que me veía como una bruja muy convincente. No supe si tomarlo como un insulto o como un cumplido.  Le respondí con una mirada penetrante  e inquisitiva. Él se apuró en decir que era  un cumplido, con un leve destello de pánico en sus ojos. Creo que, con mi capa negra y solemne, yo inspiraba un cierto respeto.

En fin, preparé la comida, cenamos, conversamos. Yo siempre con mi capa larguísima y negra.  De postre, mi esposo se comió una manzana y yo, una pera gloriosa.  Como casi siempre, caímos en la vieja conversación de que a mí no me gustan las manzanas, sino las peras. Le recordé el pasaje de un libro canadiense, que validó mi teoría, y que dice que la manzana es una fruta que ofrece resistencia, que, en vez de ser comida, debe ser conquistada. Mientras que la pera no se muerde, sino que se besa.

A eso de las diez, apagamos las velitas de la mesa de la sala, y nos fuimos a dormir. Por fin, casi a regañadientes, como si algo en mí no quisiera desprenderse de ella,  me quité el “cloak”  para ponerme la pijama y al hacerlo, sentí que me quitaba una segunda piel llena de enigmas y misterios por descubrir.

 Ya era tarde, así que nos fuimos a la cama, vimos un poco las noticias, leí dos páginas de mi libro, apagamos la luz, y así en la oscuridad, envueltos en la tinta de la noche, nos dimos un "hasta mañana" con un beso que me supo a pera.

Si eso no es magia, no sé qué será. De ahora en adelante, siempre voy a escribir con mi capa mágica, aunque parezca una bruja de lo más convincente.